Pascual Hernández del Moral. | Martes 04 de febrero de 2014
El artículo 3 de
nuestra Constitución es de una claridad meridiana. El que no lo entiende es porque
no quiere, y le digan lo que le digan, hará lo que quiera, y lo que los jueces
le permitan por dejación de sus responsabilidades. Se les ha consentido tanto a
las autoridades catalanas que se han creído con derecho de pernada sobre toda
la población de Cataluña. Han creado un lenguaje propio para designar sus
entelequias, y los demás hemos acabado cayendo en la red: Cataluña frente a
España, olvidando que Cataluña TAMBIÉN ES España; "Madrit" como sinónimo de
Gobierno del Estado, incitando al enfrentamiento entre los diferentes
territorios de España; el plurilingüismo y el plurinacionalismo como fundamento
de las ansias independentistas de algunos catalanes... Y así en todo. Quizás
hemos caído en la trampa, incluso, dándole a la cuestión catalana más aire del
que se merece. De todas maneras, el problema no es nuevo. Azaña decía que la
cuestión catalana era "UN MANANTIAL DE PERTURBACIONES (...) Y ES LA
MANIFESTACIÓN AGUDA, MUY DOLOROSA, DE UNA ENFERMEDAD CRÓNICA DEL PUEBLO
ESPAÑOL", que no lleva camino de solucionarse.
El enfermo no parece
que vaya sanar. Prueba de ello es la reciente sentencia del TSJC, que fija en
un 25 % el número de horas en las que el español deberá ser usado como lengua
vehicular, de una materia troncal, además, lógicamente, de la Lengua Española, y el sarpullido que ha
producido entre los independentistas. Algunos que, sin serlo, son "bons
catalans" pretenden defender a machamartillo el catalán y expulsar el
castellano completamente del sistema educativo, por ser la lengua de los
opresores.
En realidad, los
jueces del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, desde mi punto de vista, cometen
un error inmenso: aunque muestran el camino que deberá seguirse frente a las
demandas del castellano como lengua vehicular de otros padres, NO HACEN GENERAL
LA APLICACCIÓN DEL CASTELLANO COMO LENGUA VEHICULAR. No se trata de dar
satisfacción a una veintena de padres que lo han pedido, sino que el uso del
castellano DEBERÍA APLICARSE A TODOS LOS ESCOLARES EN CATALUÑA, lo pidieran o
no, porque es obligatorio cumplir con el Artículo 3 de la Constitución, que
dice claramente, con respecto a la lengua española que todos tienen el deber de
conocerla y el derecho a usarla, aunque en una Comunidad Autónoma tengan otras
lenguas que le sean propias. Es UN DEBER APRENDERLA, y las autoridades
educativas TIENEN LA OBLIGACIÓN DE ASEGURAR SU APRENDIZAJE. No es, pues, el
reconocimiento del derecho de un grupo de padres, sino una obligación de las
autoridades. Desde 2006 en que se planteó la primera demanda judicial hasta
prácticamente hoy, han pasado nada menos que ocho años para que el TSJC haya
dictado unos autos, recurribles, en los que fija en un 25 % el tiempo en que
debe usarse el castellano en aquellos centros educativos en los algún alumno lo
demande; él, y sus compañeros de grupo, sin que catalán deje de ser el centro
de gravedad del sistema educativo
¿Por qué un 25 %, y
no un 35 o un 50? En principio, es la Generalidad la que tiene en sus manos
fijar la proporción de uso de las dos lenguas. Como no había dado ningún paso
para cumplir las varias sentencias del Supremo y del Constitucional, o sea, que
como dicen los jóvenes, "han pasado" de ellas, el TSJC ha intervenido fijando
esa proporción, como podía haber sido otra. Lo razonable es que hubiera sido un
50 %, por aquello de la igualdad entre ellas. Pero menos da una piedra.
Lógicamente, los
"bons catalans" han puesto los pies en la pared. Supongo que todos los
interesados en este asunto habrán leído las declaraciones de Fernando
Mascarell, del grupo Somescola.cat, de Ana Simó, de Dolores Camats, de Juan
Mena y de tantos otros que están pidiendo, de nuevo, el incumplimiento de las sentencias
con argumentos de naturaleza política, aunque algunos hacen referencia a "valores"
pedagógicos", esos que no tuvieron en cuenta desde 1980, con la inmersión de
los niños, catalanohablantes y castellanohablantes, en la lengua propia de
Cataluña. La Consejera de Educación, Irene Rigau, a la que le piden desde
algunos medios la "insumisión", presentará recurso (otro más) contra los autos.
Dice que es un mal precedente y una extralimitación que la justicia obligue al gobierno catalán a
la imposición del castellano como lengua vehicular, en un 25 %. Y más, planteado
como medida cautelar, a cumplir obligatoriamente mientras se resuelven otras
instancias.
Estoy casi convencido
de que lo previsto por el TSJC y por el Artículo 3 de la Constitución no se cumplirá
en Cataluña. El nacionalismo y el independentismo tienen ahí otro agravio con
el que aumentar el victimismo que conduce al separatismo. Otro choque de
trenes. Y ya encontrarán el camino para no cumplirlo, y los gobernantes de
España para no exigírselo. Los directores de los centros que lo incumplan, dicen
los jueces, se arriesgan a un expediente administrativo, incluso a un proceso
penal por un delito de desobediencia, pero no creo que a nadie se le ocurra
plantearlo. Dicho de otra manera, que sólo se aplicará si se comienzan
procedimientos penales, y eso... sólo podría aplicarse con una pareja de la
guardia civil en cada centro.
Como decía Ortega,
solucionar el problema catalán es resolver la cuadratura de círculo.
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