Pascual Hernández del Moral. | Domingo 17 de noviembre de 2013
Si uno repasa la
cantidad de desastres que se han producido en el mundo por abordajes,
explosiones, incendios y por hundimientos de grandes barcos petroleros en el
siglo XX, desde 1960, pongamos por caso, seguro que se asombra: más de cien grandes
transportes de crudo o gasolina han producido desastres ecológicos de gran
magnitud. Unos se recuerdan, como el URQUIOLA en 1976, el AMOCO CÁDIZ en 1978,
o el MAR EGEO en 1992, porque hicieron mucho daño a nuestras costas; de otros,
que se produjeron lejos de nosotros, ni siquiera tenemos noticias, como la
tragedia del CHRISTOS BITAS, por ejemplo, que arruinó parte de la costa del
País de Gales. De entre los desastres más significativos que hemos sufrido, el
del PRESTIGE es, sobre el más reciente, el más sonado.
Y estos días se ha
vuelto a poner de actualidad porque, tras once años ("La justicia que no es
rápida no es justicia" he escrito varias veces), el tribunal de la Audiencia de
La Coruña, declara en su sentencia que no hay responsables penales de la
catástrofe: al capitán se le deja ir con unos meses; todos los demás, incluso el
Director General de Marina Mercante, José Luis López-Sors y todos los
responsables políticos del momento (Aznar, Álvarez Cascos, Rajoy, Trillo...)
resultan no culpables del accidente, ni de los movimientos del buque, antes de
que se partiera en dos.
Dentro de la
desgracia, debemos felicitarnos por la gran reacción social que produjo la
limpieza del chapapote: la "marea blanca" compuesta en su mayoría por
voluntarios, lucharon a brazo partido contra la "marea negra", hasta vencerla
del todo, a pesar de los agoreros que pronosticaban la muerte definitiva de la
costa gallega. Y mucho ingeniero naval de pacotilla, tan de secano como yo
mismo, acusó al gobierno de entonces de CULPABLE por intentar alejar el barco
de la costa; en realidad, creo que lo habrían acusado de todas maneras,
llevaran el barco donde lo llevaran. Estaba en marcha el acoso y derribo
callejero al PP.
En 1780, un juez de
Virginia (EEUU) descubrió a un grupo de personas a los que acusaron de
sublevarse contra las autoridades americanas a favor de los lealistas ingleses.
Fueron conducidos ante un jurado y absueltos de todos los cargos. Sin embargo,
el juez en cuestión ordenó la ejecución de todas esas personas: si la justicia
no era "justa", se la tomaría él por su cuenta. Por cierto, ese juez se llamaba
CHARLES LYNCH, y desde entonces, se llama LINCHAMIENTO al aplicar un grupo
social el castigo por su mano, olvidando que sólo la justicia tiene el
monopolio de la fuerza, el IUS PUNENDI. Hay países en los que el linchamiento
se acepta como resultado del juicio "popular y democrático": véase cómo se
acepta el linchamiento en Bolivia y en Venezuela, so capa de la denominada
"Justicia Comunitaria", que aplican muchos grupos indígenas.
El término
LINCHAMIENTO se utiliza hoy, en estas latitudes, como sinónimo de la petición
de justicia, cuando las sentencias de los tribunales ordinarios no nos gustan. Los
últimos en usar el término son los familiares de Kubati, para reprochar el
tratamiento que las víctimas del terrorismo le han dado tras ser éste
excarcelado. Así, una masa amorfa, de manera espontánea o preparada y dirigida
por una minoría, condena a una persona o a un grup. Se fundamenta en un raro
concepto de "democratización de la justicia", que lo que busca no es justicia,
sino ejecuciones inmediatas de unos "culpables" porque lo ha decidido así la
mayoría. Consideran el linchamiento como necesario y "legal", aunque no se
tenga legitimidad ninguna para aplicarlo, y sin tener fundamentos de peso para
aplicar los castigos. Normalmente, los resultados son irreversibles: recuerden
el linchamiento de Thomas Shipp y Abram Smit, en el 30: dos negros linchados
como responsables de violar y asesinar a dos mujeres blancas, y que eran
inocentes.
En el caso del
PRESTIGE, la tragedia que produjo, SIRVIÓ PARA LINCHAR AL PARTIDO EN EL
GOBIERNO. El "Nunca Mais" no era sólo un grito ecologista: era (y sigue siendo)
una consigna política que pretendía estigmatizar al gobierno, culpándolo de la
tragedia. Ahora, en unos momentos en que de nuevo se intenta echar al PP del
gobierno, "o por las buenas o por las urnas" (Albert Rivera dixit), todos
esperaban que la sentencia culpara al Director general de Marina Mercante, y
tener una excusa para salir de nuevo a la calle y pedir que se vaya el PP. La
sentencia no les ha ayudado, pese a lo cual, han conseguido sacar a la calle a
miles de gallegos, que han desempolvado la vieja bandera del "Nunca Mais". Y
han vuelto a acusar al PP "incompetente" y a pedir la ilegalización del
partido, al que se acusa de ser la ruina de España, en linchamiento público.
Puestos a linchar al
gobierno, les podemos acusar de la muerte de Manolete...
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