Por lo demás poco más que añadir. Ausencia total de los líderes de los partidos que conforman el arco parlamentario andaluz, ni Juanma Moreno del PP-A, ni Teresa Rodríguez de Podemos, ni Antonio Maíllo de IULV-CA, ni tan siquiera el representante que ha hecho posible con sus 9 votos esta toma de posesión, Juan Marín de Ciudadanos, lo que quizás podría indicar un aviso a navegantes y una advertencia a la nueva presidenta, que se encuentra en estos momentos tan sola en su poder como está el PP de Mariano Rajoy y que cualquier tropiezo podría dar al traste con el cargo tan deseado y recién estrenado. Cabe destacar, por último la presencia de algunos alcaldes recién nombrados como el popular Francisco de la Torre, de Málaga, o los socialistas, Juan Espadas, de Sevilla, Isabel Ambrosio, de Córdoba y una alcaldesa que se ha hecho famosa en el wahtsapp por los dedos meñiques de sus piés, ya saben la jerezana Mamen Sánchez. Y, por último algunos insignes políticos del PSOE llegados para tan gran ocasión hasta Sevilla allende Despeñaperros como el madrileño Antonio Miguel Carmona, el castellanomanchego Emiliano García Page, el ex ministro gallego José “Pepiño” Blanco y los ex presidentes del Congreso de los Diputados, José Bono y Manuel Marín. Lo dicho mucho ex que puso más demanifiesto si cabe la ausencia de otros ex mucho más cercanos a Susana. Esta vez se echó de menos al grupo de “maris” de Triana que la vitorearon en su anterior toma de posesión, aunque si le arroparon su marido, José María Moriche, sus padres, José y Rosa, sus hermanas Diana, Rocío y Laura, y varios sobrinos.
Hay que agradecerle a la presidenta que haya guardado las formas y se haya acogido al tradicional juramento del cargo sin caer en veleidades prosaicas y gilipolleces como las empleadas por sus amigos de Podemos. En cuanto a los discursos, qué quieren que les diga. Más de lo mismo. Eso de “gobernaré para todos”, de “me dejaré la piel porque Andalucía inicie a partir de ahora sus mejores años” y lo de “combatiré la corrupción que tiene que ser eliminada y extirpada” ya nos suena tan repetido como el bolero de Ravel. Cabría pedirle a Susana que en esta nueva etapa, que tanto tiempo (84 días) y esfuerzo (de humildad) le ha costado cambiara más el verbo por la acción, los hechos por la palabra, se dejara de pamplinas oratorias y pusiera a su nuevo Ejecutivo a trabajar en serio para ver si Andalucía deja de estar a la cabeza de las regiones europeas con mayor número de parados y en el primer puesto del ranking de deficiente educación.. Posiblemente la mayor novedad de su discurso estuvo en la frase final: “Inclusión y no exclusión, diálogo y no imposición, suma y no resta, un camino por el que vamos a transitar con toda ilusión. Una frase que pone de manifiesto que, por primera vez desde hace muchos tiempo, los socialistas no gozan de ese apoyo casi absoluto que les ha permitido hacer y deshacer a su antojo todo lo que se movía en Andalucía.
Susana Díaz comienza ahora un nuevo tiempo en el que el Gobierno del PSOE tendrá que acostumbrarse a dar cuenta ante el Parlamento de su gestión si no quiere que la Cámara ponga en marcha el mecanismo oportuno para meter en verada a un partido acostumbrado durante más de treinta años a imponer sus preceptos políticos como dogmas de fe. Ya veremos si Susana, pieza fundamental en el futuro de su propio partido, se aviene a acatar las reglas del juego democrático.