Redacción | Domingo 06 de octubre de 2013
Un nuevo libro sobre Miguel de Cervantes y su
obra cumbre 'El Quijote', sostiene que el célebre escritor fue un judío
converso de origen leonés, en cuyos paisajes están inspiradas las
andanzas del hidalgo.
Santiago Trancón, escritor y autor de este trabajo
de investigación, argumenta incluso "que las referencias a la Mancha no
son más que nominales, puro juego y recurso literario, pero en modo
alguno referencias geográficas concretas".
En su obra, que lleva por título 'Huellas Judías y Leonesas en El
Quijote', Trancón utiliza dos tipos de argumentos para defender su
tesis: las huellas familiares judías de Miguel de Cervantes y el
conocimiento que tiene del paisaje, el entorno y las costumbres de la
zona del Noroeste peninsular y que se encuentran diseminadas a lo largo
de todo El Quijote.
En cuanto a las huellas judías, asegura que los apellidos
Cervantes, Saavedra y Quijana, son de origen judío medieval y
gallego-leonés, mezclados con la mediana y baja nobleza. Además, los
Quijana eran reconocidos judíos de Esquivias, en tanto que Cervantes se
casó con una mujer emparentada con los Quijana y tuvo una hija con otra
conversa, Ana de Rojas.
Trancón argumenta también que Cervantes no pudo ascender en el
Ejército (a pesar de su impecable hoja de servicios), ni tampoco ir a
las Indias (lo solicitó en dos ocasiones), ni conseguir ningún cargo
público (sólo logró ser recaudador de impuestos, profesión de judíos).
Por ello, la única explicación posible es que su condición de
judeoconverso se lo impidió, algo que él trató de ocultar a lo largo de
su vida.
Otro argumento a favor de su origen judío es que Cervantes parodia
y se burla de la Inquisición, el culto a los santos, los milagros, los
sacramentos y dogmas más conocidos de la Iglesia Católica, su jerarquía
(del Papa a los encamisados), la veneración de imágenes y reliquias,
etc. "Hasta parodia sutilmente el episodio de la coronación de Cristo
(Sancho sufre una vejación parecida para resucitar a Altisidora:
alfilerazos, bofetadas, la colocación de un manto rojo... Don Quijote le
llama entonces "resucitador de muertos)", explica Trancón.
En defensa de su tesis, Trancón también cita diversas referencias
que ha encontrado como "alusiones al tzitzit de don Quijote, la brit
milá, la Baraita, la expulsión de los judíos, la nostalgia de Sefarad,
el elogio de la paz, la utopía de una "edad dorada" (una sociedad libre,
tolerante y justa), los "duelos y quebrantos" de los sábados, su "nariz
aguileña y algo corva".
También se apoya en la disemia del término "mancha", el uso de
"manchego" como sinónimo de "manchado" o "converso" (así aparece
inequívocamente en La pícara Justina, publicada el mismo año que el
Quijote), don Quijote es llamado "furibundo león manchado", "manchada"
es la cabra rebelde, el "auto de fe" y la quema de libros-herejes, la
crítica de los linajes y la pureza de sangre, las delaciones y los
métodos inquisitoriales o los puercos considerados "animales inmundos".
Huellas leonesas
Pero además, Santiago Trancón ha ido rastreando a lo largo de "El
Quijote", parajes naturales, costumbres, flora y fauna, que en su
opinión se corresponden más con comarcas del viejo Reino de León y no
con las que Cervantes nombra en su obra. Así, por ejemplo Trancón cita
referencias a las aceñas del Duero en Zamora (transpuestas a Zaragoza y
el Ebro); las Lagunas de la Lampreana o Villafáfila (transmutadas en las
Lagunas de Ruidera); la Sierra Negra y de la Cabrera (trasladadas a
Sierra Morena); el cerro amurallado de Benavente (bautizado como ínsula
Barataria); los conde-duques de Benavente (los duques sin nombre); las
riberas del Esla (escenario de las Bodas de Camacho); los Campos Góticos
o Tierra de Campos (encubiertos bajo los campos de Montiel); Dulcinea
era "una villana de Sayago"...
Igual ocurre en su opinión con la vegetación, más propia de la
zona Noroeste peninsular, que de la Mancha: robles, castaños, acebos,
nogales, olmos, cipreses, hayas, tejos, laureles; la fauna (osos, lobos,
jabalíes, truchas, lampreas, mastines, bueyes, jacas galicianas,
machos...); la orografía (bosques, peñas, montañas, oteros, valles,
cascadas, fuentes, arroyos, verdes prados...); los instrumentos
musicales (flautas, tamborinos, panderos, sonajas, churumbelas,
zampoñas, rabeles, cuernos, dulzainas, gaitas zamoranas...).
También ve una especificidad leonesa y zamorana en los oficios:
"cabreros, trashumantes, segadores, molineros, perailes, arrieros,
pañeros, peregrinos, el cultivo y fabricación del lino"... Igualmente
cita los "carros chillones llevados por bueyes, la cecina, la calderada
de pastores, los zuecos, las majadas, los apriscos, los batanes, el
juego de birlar a los bolos, la lucha leonesa, tirar la barra, la danza
de las espadas, la de cascabel".
En este sentido explica que además del relato del capitán cautivo,
"natural de las montañas de León", abundan los leonesismos. Todo ello
completa en su opinión "un cuadro que no encaja en la Mancha, a la que
Cervantes no conocía por no haber vivido nunca en ella". Las referencias
(a veces encubiertas, pero evidentes) que hace de las montañas y la
meseta de León (Sanabria, La Cabrera, La Maragatería, Sayago, la Tierra
de Campos...) nos indica que necesariamente tuvo que conocer esta zona,
seguramente porque en ella vivió de niño y de joven, antes de iniciar su
aventura italiana".
Santiago Trancón, que se sorprende de que huellas tan evidentes no
hayan sido tenidas en cuenta, critica que "el cervantismo oficial, a
partir del siglo XVIII en que se inventa el origen alcalaíno de
Cervantes, se ha constituido en una especie de Iglesia, con sus
intereses, dogmas y jerarquías, estableciendo verdades canónicas que han
cohibido a los investigadores hasta hacerles ciegos a evidencias
contundentes que aparecen, no ya en carcomidos documentos, sino a lo
largo y ancho del texto cervantino".
"Una iconografía simplista (molinos de viento, la desolada llanura
manchega, dos figuras extravagantes cabalgando por caminos
polvorientos...) ha determinado tanto la lectura e interpretación del
Quijote que durante siglos ha sido imposible ver lo que salta a la
vista: que las referencias a la Mancha no son más que nominales, puro
juego y recurso literario, pero en modo alguno referencias geográficas
concretas. Que sí aparece, en cambio, un paisaje físico y simbólico muy
distinto: valles, bosques, prados de verde hierba, arroyos, ríos,
riscos, montañas... Todo ello mucho más coherente con el entorno
geográfico y social de las montañas y la meseta leonesa", asegura.
Santiago Trancón, nacido en Valderas (León), es doctor en Filología
Hispánica, premio extraordinario de tesis doctorales por la UNED en el
2006. Tiene editados entre otros libros: "De la naturaleza del olvido"
(poesía, Colección Provincia, León 1989); "En un viejo país" (novela,
Huerga y Fierro, 1997); "Teoría del Teatro" (ensayo, Fundamentos, 2006;
"Desvelos de la luz" (poesía, primer finalista del II Premio Viaje del
Parnaso, Huerga y Fierro, 2008) "Memorias de un judío sefardí" (Infova
Ediciones, 2011).
Además, ha publicado cientos de artículos de análisis y crítica
teatral y literaria en El Viejo Topo, Ajoblanco, Diwan, Primer Acto,
Cuadernos Hispanoamericanos, Signa, Epos, etc. Ha sido crítico teatral
de Diario 16 y El Mundo. También ha sido profesor de dramaturgia en la
RESAD. Asimismo, asumió el cargo de Director General de Promoción
Cultural de Castilla y León (1985-1988), impulsando, entre otros
proyectos, el Festival Titirimundi de Segovia.
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