Montse Serrador | Martes 01 de octubre de 2013
La ministra de Fomento, Ana
Pastor, se traía la lección muy bien aprendida cuando este martes se ha
presentado en Valladolid para inaugurar 17 kilómetros de la autovía
Valladolid-León, probablemente los últimos en muchos años. Hace semanas que se
esperaba la apertura al tráfico de este tramo que, aparentemente, estaba ya
concluido. Sin embargo, su puesta en servicio no se llegaba a producir y eso
que el propio delegado del Gobierno, Ramiro Ruiz Medrano, se había encargado
-sin quererlo- de avivar el fuego cuando anunció que se abriría al tramo sin
necesidad de una inauguración oficial. Así que Pastor, consciente de que iba a
tener que dar explicaciones (ha descargado responsabilidades en los técnicos)
ha planificado una estrategia -lo tenía fácil, la verdad- en la que ha cargado
contra el Gobierno socialista de Zapatero.
Todavía suenan los ecos de aquel
Consejo de Ministros que se celebró en León en 2004 en que se anunciaron todo
tipo de obras de infraestructuras (entonces había mucho dinero), con el famoso
Plan Oeste, entre ellas la conexión de Valladolid con León por autovía. En el
año 2010 estaría operativa, anunció radiante Zapatero. Sin embargo, ha pasado 2010
y, tres años después, lo único que se ha conseguido es tener operativos los dos
tramos de acceso a las capitales vallisoletana y leonesa. Es decir, en total
hay unos 44 kilómetros construidos pero el tronco, los 92 kilómetros restantes,
ni están ni se les espera, y así de claro lo ha dejado dicho la ministra, quien
ha repetido aquello de que nada de obra nueva mientras no haya dinero.
Es decir, que dos de las capitales
más importantes de la comunidad en población y en actividad económica seguirán
sin estar unidas por autovía y, lo que es peor, sin que exista una previsión al
menos a medio plazo. Es cierto que las infraestructuras en los tiempos que
corren nunca pueden ser una prioridad, pero también lo es que esta
autovía debería haberlo sido cuando, como dice Pastor, nos embarcábamos
en obras faraónicas. Y, aunque de nada sirva mirar hacia atrás, al menos
alguien debería reconocer que el proyecto en cuestión tenía que haber
arrancado, no en 2004, como prometió Zapatero, que también, sino incluso antes de
otras vías cuya rentabilidad aún se cuestiona, véase la autovía León-Burgos,
probablemente la carretera en la que se caza a más locos de la velocidad porque
su calzada desierta es una tentación. Pero cuando se construyó -con fondos de
las administraciones central y autonómica- y de eso ya hace mucho, los
criterios políticos primaron sobre los técnicos.
Lo mismo ocurre con la autovía Valladolid-Segovia (cuya necesidad no seré yo quien cuestione, especialmente en los tramos
más próximos a las capitales), de titularidad autonómica aunque con "un peaje
en sombra", y financiada sólo con fondos regionales, pero si la comparamos con
la León-Valladolid...En definitiva, que no parece que las prioridades hayan
estado demasiado claras. Y si no, que se lo digan a los sorianos, que siguen
sin tener una carretera en condiciones que les conecte con Valladolid y miran
mientras tanto con cariño a Zaragoza.
La Autovía del Duero, la gran prioridad
de esta tierra, empezó a serlo demasiado tarde y si, además, los políticos se
enzarzan en discutir un trazado, como ocurre en el tramo de Valladolid, cuyo
primer proyecto se remonta a la era Aznar, entonces es muy difícil que una
infraestructura llegue a buen puerto. Entre cruzar el Duero a derecha e
izquierda se nos han ido los años y los dineros y ya poco o nada se puede
hacer.
TEMAS RELACIONADOS: