Andrés Aberasturi | Martes 17 de septiembre de 2013
Uno de los periodistas más lúcidos de nuestra prensa, Casimiro García-Abadillo,
afirmaba el domingo que "el problemas plan B para frenar el ascenso
independentista", esa espiral en la que Mas y ER han metido a Cataluña y
a los catalanes todos, los que se manifiestan y los que no, lo
partidarios de la secesión y los que quieren seguir formando parte de
España. Pero la pregunta que yo me haría ahora es si realmente se
necesita un plan B: un plan B ¿frente a qué situación? Porque todo
parece indicar que lo que no sabe nadie aun es qué puede pasar y cómo va
a pasar lo que pase. De entrada lo que ahora se plantea de forma más
inmediata es la celebración de ese referéndum ilegal con la Constitución
en la mano pero que podría hacerse bordeando la Ley y disfrazándolo de
consulta. Y empiezan las dudas: ¿cuál sería la pregunta clara y
contundente a los catalanes? Cuando escribo esta columna no existe aún
una respuesta aunque hay varias posibilidades: la primera sería si el
pueblo catalán tiene derecho a decidir su futuro; yo votaría en ese caso
que sí, pero no habríamos adelantado nada porque no se especifica de
qué forma, si cumpliendo la Ley, es decir, con Constitución de todos, o
haciendo caso omiso de la legalidad. Estaríamos como al principio. La
segunda posibilidad es que se plantee la pregunta trampa que alguna vez
se llegó a anunciar y que preguntaba si se quería que Cataluña formara
parte como estado independiente de la Unión Europea. Si se acepta esa
pregunta habrá que aceptar que se pregunte a los europeos y por tanto al
resto de los españoles, si están dispuestos a aceptar a Cataluña como
un estado más miembro de UE y hasta ahora, que se sepa, la opinión de
Bruselas -y Almunia era contundente ayer mismo- semejante cosa es
imposible mientras que el único reconocimiento explicito de esa
posibilidad lo ha dado Letonia -Lituania se ha demarcado- y, con todos
los respetos, no parece un país cuya influencia sea decisiva en el
resto del Continente. La tercera opción es preguntar por las buenas si
se quiere o no que Cataluña se independice de España, pero sea cual
fuere el resultado, es de cajón que en ese caso el resto de España
tendría derecho a ser preguntada también sobre el asunto porque si se
acepta ese principio unilateral, terminaría pudiendo decidir su
independiente -otra vez- el cantón de Cartagena.
Pero es que aun
admitiendo que se celebrara el referéndum y que ganara el sí
secesionista, ¿cómo se iba a hacer el reparto de semejante divorcio y
qué consecuencias tendría para una Cataluña fuera de la Unión monetaria y
fuera de la UE? ¿Qué empresas saldrían de su territorio y qué otras
estarían dispuestas a invertir en un estado nuevo, pobre y huérfano? Se
podría hacer una larga lista con todos los problemas difícilmente
resolubles de lo que significaría la secesión no amistosa y ahí está
seguramente el quid de la cuestión. Porque lo que no resulta serio es
que una de las instituciones creadas para el estudio de ese hipotético
futuro, diga, tranquilamente, que sería el nuevo estado catalán el que
se quedase con la Armada hasta ahora española. Tonterías, las justas.
Y
es que esto de la soberanía funciona muy bien como impulso espiritual y
mejor aun si se ha alimentado por encima incluso de otras prioridades y
se convocan alegres manifestaciones callejeras; el problema empieza
cuando se quiere llevar a la práctica, cuando la ruptura se hace contra
la voluntad o el deseo de una de las partes y nunca ha existido
"separación de bienes" sino inversiones mutuas para crear y mantener
prácticamente todo lo que el ciudadano utiliza a diario. Entiendo lo del
plan B, pero no termino de ver que la secesión pueda hacerse realidad
ni a corto ni a medio plazo. Es cierto que España perdería una pieza
importante de su estructura estatal, pero más cierto aun que Cataluña -y
lo catalanes- tendrían un futuro mucho más desalentador que no se
solucionaría ni con una fiscalidad de oferta. Teorizar es siempre
infinitamente más sencillo que moverse sobre luego sobre las realidades.
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