Editorial | Domingo 08 de septiembre de 2013
Si fracasó, por las razones
que se irán analizando en los próximos días, la candidatura del Madrid 2020, es
la hora de no desalentarse. De ir pensando en España'2020. Al final, la
celebración de los Juegos Olímpicos en Madrid no era sino una parte de ese
proyecto de regeneración del país, de volver a ilusionar a los ciudadanos en
torno a un mismo plan esperanzador. No ha podido ser, aunque, en nuestra opinión,
la candidatura estaba bien montada y la presentación en Argentina, con alguna
excepción quizá algo bochornosa, fue correcta. Especialmente, desde luego, la
del Príncipe, que se ha consolidado, algo es algo, como una gran figura
internacional.
No se trata de imponer, pase
lo que pase, un optimismo ficticio; hemos perdido, y eso es todo. Pero tampoco
se trata de lamentarse eternamente: hay que saber sobreponerse y evitar el
españolísimo método de hacer leña del árbol caído. Quizá resulta que España es
percibida aún por los males de su inmediato pasado, la trampa del dopaje, la
corrupción que afecta a numerosas áreas de la Administración, la falta de
transparencia política. Y esos, desde luego, son factores que acaso pesen más
aún que la calidad de las instalaciones deportivas a la hora de que los
miembros del Comité Olímpico, por otra parte tan cuestionables algunos de
ellos, se decanten por una u otra ciudad. Pero no nos flagelemos demasiado,
porque en Turquía y en Japón también cuecen más o menos las mismas habas.
Estimamos que la derrota de
la candidatura española debe ser un acicate para mejorar el país, mucho más que
para andar llorando nuestras desgracias por las esquinas, aumentando ese mal
endémico que es el nacional-derrotismo. Con todos sus defectos, España es un
gran país, que debe levantarse de una vez, caminar erguido y poner remedio a
sus males, que son, lo repetimos de nuevo, de falta de iniciativa política, de
carencia de espíritu de avance hacia la modernidad, de ausencia de gobernación
participativa. No ha venido bien, no, lo ocurrido en Buenos Aires para mejorar
el pesimismo ibérico que nos desarbola. Precisamente por eso, hemos de tener la
grandeza de resucitar de lo en esta noche del domingo triste parecían nuestras
cenizas.
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