Fernando Franco Jubete | Martes 03 de septiembre de 2013
Tengo un sueño. Durante todo este
verano, de forma recurrente y repetida, he tenido un sueño. Tengo un sueño en
este momento, que pretendo concretar en estas líneas con las dificultades que
entraña explicar los sueños, después de escenificarlos mentalmente para no
olvidarlos. Más aún cuando, hasta hoy día 28 de agosto, no tenía conciencia de
que tengo un sueño, de que he mantenido un sueño cotidiano y repetido durante
todo este verano.
Durante
el verano procuro desconectar, trato de convertirme en el tradicional hombre
del campo al que admiro, que vive su medio agrario y sólo recibe la información
que le proporcionan los cielos y el clima que definen el estado de sus cultivos
y la evolución de la Naturaleza,
que es de quien únicamente desea depender. Vivir al aire libre, trabajar al
aire libre, comer al aire libre, pasear al aire libre sin atender a horarios,
sin escuchar noticieros ni tertulias radiofónicas, sin ver telediarios ni
debates televisivos, sin leer periódicos, sin ponerme ante la pantalla del
ordenador ni entrar en Internet es una bendición que, desgraciadamente, no vivo
ni practico el resto del año.
Pero
hoy 28 de agosto he abierto un periódico y he leído, me he enterado de que se
cumple el 50 aniversario del día, 28 de agosto de 1963, en el que Martin Luter
King pronunció su discurso más ensalzado y en el que, de forma espontánea y sin
leer, expresó las ideas que se concretaron en la frase más repetida de la
historia de América del Norte: "I have a dream". Un sueño que mantienen los norteamericanos de
buena voluntad, que sigue manteniendo toda la Humanidad: convertir en
realidad que todos los hombres, que han sido creados iguales, sean realmente
iguales.
Quizá,
porque comenzó mi verano el día uno de agosto y todavía vivía enganchado a los
periódicos, editoriales, telediarios, noticieros y tertulianos, mi sueño de
verano ha tenido mucho que ver con la noticia prioritaria de aquel día: la
comparecencia del presidente del Gobierno Mariano Rajoy en sede parlamentaria
para explicar lo inexplicable sin mentir: que habiendo pasado toda su vida
política junto a un corrupto llamado Bárcenas, al que ha contratado, ensalzado
y defendido, pueda ser ajeno a cualquiera de sus lacras éticas, políticas y
económicas, por otra parte, comunes a todos los partidos gobernantes.
En
mi sueño de verano siempre aparecía mi madre con uno de sus consejos
repetitivos que me han acompañado a lo largo de toda mi vida: "¡Hijo no mientas
nunca! Porque la falsedad y la mentira es la mayor y más estúpida degradación
en la que puede caer una persona, porque a todos los mentirosos, tarde o
temprano se les descubre. No mientas nunca pero, sobre todo, no mientas en tu
profesión y en tu trabajo ni para encubrir tus errores. Porque al mentiroso no
se le perdona nunca y ya esta marcado para siempre". Así comenzaba mi sueño en
el que iba revisando toda mi vida, tratando de encontrar mis mentiras, preguntándome
si había respetado el consejo de mi madre y reflexionando sobre si, ella misma
y todas las personas con las que convivo, certificarían mi credibilidad.
Pero
en mi sueño de verano, sobre el principio ético de "no mentir nunca", me
desasosegaba observar la constante implicación en casos de corrupción de
políticos y sindicalistas, mintiendo y viviendo en la falsedad para su propio
beneficio. Veía una España en la que hasta su presidente del Gobierno era capaz
de mentir y tergiversar pero en la que la ética social evitaba la convivencia
insostenible y acababa por provocar un retorno a la cordura y al
establecimiento de un gran pacto social por la honradez y la transparencia. Porque
todos los hombres nacimos iguales y somos iguales, una sociedad democrática no
puede permitir que existan políticos que quieren ser diferentes utilizando el
poder otorgado por las urnas para adoptar la corrupción como principio de
actuación.
En
mi sueño toda la sociedad española reconoce que los partidos, que son el
fundamento de la democracia, se han convertido en las organizaciones sociales
menos democráticas y, por ello, el Gobierno y la oposición acuerdan modificar
la ley de partidos y la ley electoral como primer y único procedimiento para
comenzar la regeneración política y económica de España.
Pero
cuando salgo de mi sueño y abro el periódico, además de la conmemoración de "I
have a dream" me encuentro con los
constantes comportamientos corruptos descubiertos a lo largo del mes de agosto
y con una apertura del curso político en el primer lunes de septiembre en el
que se anuncian al mismo tiempo las intenciones del Gobierno de presentar su
ley de transparencia y avanzan en sedes judiciales los casos Bárcenas, Gurtel, Ere
y sus consecuencias éticas y políticas.
Razonablemente
sólo los políticos que no estén implicados ni bajo sospecha en ningún tipo de
actuación corrupta pueden tener autoridad moral para hablar de transparencia.
Necesitamos un candil para buscarlos.
Fernando Franco Jubete. Ingeniero Agrónomo, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia
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