Gabriel Elorriaga F | Lunes 02 de septiembre de 2013
Lo
de Griñán, continuado por Susana Díaz, es un simple tratamiento cosmético. Se
explica que Susana Díaz haya comentado que la novedad es que, por primera vez,
Andalucía esté presidida por una mujer, porque este cambio de sexo es lo único
que varía en el concepto clientelar de gobierno que dio asilo al latrocinio de
los ERE. Solo ha cambiado lo preciso para que todo siga igual, parafraseando al
príncipe de Lampedusa, aunque lo preciso es una muy pequeña dosis de cambio. La
sustitución en el primer grado del escalafón autonómico por el segundo grado.
El anterior titular sigue como presidente "federal" del PSOE y como senador del
Reino. La operación purificadora la harán los tribunales o no la hará nadie.
Políticamente lo conseguido es una continuidad disfrazada de cambio de sexo o
de generación. "Griñaninis" en vez de Griñán. La vida sigue igual.
Hay
sectores políticos y mediáticos interesados que desean o aconsejan un
tratamiento cosmético de este estilo al presidente Rajoy. No hay ningún indicio
serio de que Rajoy prepare tal procedimiento. Pero presuntos partidarios o
interpretes mediáticos cuchichean de cambios en el gobierno o en el partido que
aparentarían una cierta regeneración política. El carácter reservado y
parsimonioso de Rajoy no da pie a tales especulaciones, y más vale que así sea.
Porque resulta paradójico que, sea cual sea la valoración del llamado caso
Bárcenas, lo único claro, en medio de la confusión, es que se trata de un
asunto relacionado con las competencias del triángulo Presidencia, Secretaría
General, Tesorería y no de otros niveles menores del aparato partidario. Pensar
que retoques en niveles de competencia que están por debajo de este triángulo
puedan significar un cambio sustancial es tan vano como la operación cosmética
de Andalucía o peor, porque aquí ni se podrá comentar lo del cambio de sexo.
Sería como colocar en vez de "Griñaninis", "Rajoninis".
Las
razones que puedan aconsejar cambios de personal en niveles nacionales no deben
presentarse como liquidación de cuentas pasadas, por irregulares que fuesen
dichas fuentes, sino como mejoras funcionales para reforzar la actuación
económica y social cara al futuro. Las responsabilidades políticas pasadas no
se borran con tanta facilidad como los discos duros. Los resultados o éxitos en
un futuro no deben nacer contaminados ni considerarse consecuencias reflejas
para reparar las equivocaciones de antaño. Hará muy bien Rajoy en no seguir los
consejos cosméticos de cortar algunas cabezas de turco que no son la clave del
enredo en la cumbre.
Rajoy
sabrá lo que conviene hacer, cara a la segunda parte de la legislatura, pero lo
que no debe hacer es confundir la mejora del rendimiento o de la imagen de un
gobierno o de un partido con silenciar la música obstructora de discos mal
custodiados. Son dos objetivos diferentes que no se arreglarán con tratamientos
cosméticos superficiales sino con decisiones éticas de gran calado político
que, hasta el momento, no se presienten por los intérpretes que se consideran
mejor informados.
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