Fernando Franco Jubete | Viernes 22 de marzo de 2013
Se han publicado diversos
estudios realizados por universidades de prestigio y centros internacionales de
estudios que afirman que la formación universitaria y de reciclaje de adultos y
profesionales será mayoritariamente on
line en un periodo no superior a diez años. Un nuevo mercado mundial de
productos y servicios de e-learning
que factura unos 25.000 millones de Euros y alcanzará los 40.000 millones en
2015, con un crecimiento medio anual del 10%, amenaza con modificar la
enseñanza universitaria.
Es
indudable que los innumerables recursos y herramientas que Internet ofrece al
entorno educativo han hecho posible que el aprendizaje a distancia sea hoy en
día una alternativa atractiva y recomendable para un amplio perfil de
estudiantes. Pero el cambio radical que puede suponer, para el sistema
universitario español, la generalización del modelo de enseñanza superior no
presencial, instaurado en nuestro país desde hace más de 35 años a través de la Universidad Nacional
de Educación a Distancia, puede ser incluso dramático. Porque, en el sistema
universitario público, sobredimensionado recientemente, su profesorado y su
personal de administración y servicios no están preparados para un cambio tan inmediato.
No sólo deberían reciclarse, con una inevitable eliminación de puestos de
trabajo, sino que también gran parte de las instalaciones y medios que
gestionan sobrarían, pasando a convertirse en arqueología educativa inútil, tan
sólo quince o veinte años después de haberse construido.
Porque
la proliferación de universidades públicas y privadas, de campus y centros
universitarios, distribuidos aleatoria y políticamente, que nos trajeron las
transferencias de las competencias universitarias a las comunidades autónomas y
las alegrías con que se invirtieron los fondos europeos en la construcción de edificios
y diversas infraestructuras universitarias, ha sido absolutamente desmedida.
Todas las capitales de provincia españolas demandaron su universidad propia o,
al menos, su campus universitario y lo consiguieron junto con algunos
municipios relevantes sin capitalidad provincial. El resultado actual es el
endeudamiento de la mayoría de las universidades, que se superpone al de las
comunidades autónomas, y ha desembocado en la insostenibilidad económica del
sistema público universitario. La situación resulta más preocupante si la enjuiciamos ante
la revolución casi inmediata que puede suponer el boom imparable de la
formación digital.
Una
nueva revolución, que ya están viviendo los medios de comunicación, y que las
instituciones de educación superior van a tener que afrontar, solapándose con el
fracaso que ha supuesto la reforma establecida por el "Plan Bolonia" como se
demuestra por el hecho insólito, en todas las reformas universitarias de la
historia, de que ya se ha comenzado a modificar antes de concluir sus primeros
cuatro años y salir al mercado de trabajo los nuevos graduados. Unos graduados
que, en una gran mayoría, van a carecer de una organización profesional que los
acoja, porque su título es ajeno al catálogo actual, y sus, previsibles,
competencias no van a ser reconocidas por la sociedad y los empleadores. Pero
no hay que apurarse, porque indudablemente nadie va a hacer nada, no sólo
porque es la tónica de actuación de los gobernantes actuales, sino porque la
rapidísima evolución de los acontecimientos nos está arrollando a todos. A los
profesores, a los órganos de gobierno de las universidades, de las comunidades
autónomas y del Estado.
Por
otro lado, la educación universitaria ha dejado de valorarse como servicio
público, por la irrupción apabullante de la iniciativa privada y la creciente
oferta de formación on line que la
sociedad comienza a valorar como más eficaz y versátil que la presencial y pública
en su objetivo final de conseguir un puesto de trabajo. La crisis ha provocado
que el estado y las comunidades autónomas exijan a las universidades rentabilizar
la educación universitaria en términos económicos, lo que ha implicado
incrementar el coste de las matrículas y la exigencia de captar un número
mínimo de alumnos por titulación. Un problema adicional del que no se habían
ocupado los centros universitarios, porque los alumnos se matriculaban
informándose de la oferta de cada centro universitario a través de sus
orientadores. Hoy son los centros universitarios públicos los que van a
divulgar su oferta a los futuros alumnos en sus colegios e institutos, ante la
activa publicidad y agresivos medios de captación de alumnos de las universidades
privadas, cuyas matrículas ya no se diferencian tanto del coste de las
universidades públicas.
El
"sálvese el que pueda" es ya el reto que tienen que afrontar todos los centros
universitarios públicos de forma individualizada y cada una de las universidades
como un compromiso colectivo. Pero, realmente, el compromiso debe ser del
conjunto de profesionales de cada centro, de la calidad, versatilidad y
especificidad de su oferta educativa presencial y no presencial, de la
flexibilidad de sus horarios y, sobre todo, de sus posibilidades para captar
alumnos en su entorno geográfico. Por ello, la oferta de formación digital
avanzada, de e-learning, va a ser
indispensable para que los centros situados en las provincias con menor
población de Castilla y León puedan abrir al mundo su eficacia para captar
alumnos.
Fernando Franco Jubete.
Ingeniero Agrónomo, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias
de Palencia.
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