Montse Serrador | Miércoles 07 de noviembre de 2012
Es imposible
encontrar a un periodista, gráfico o no, que no conociera a Félix Ordóñez. Su
dilatada trayectoria profesional pero, sobre todo, su forma de ser, cercana y
afable, hacían de él una persona de las que se presume conocer. Cuando este miércoles
nos llegó el mazazo de su muerte, su imagen, siempre con la cámara a cuestas,
unida a su permanente sonrisa se hace presente. No fueron muchos los trabajos
que compartimos en ABC Castilla y León, pero sí los suficientes como para guardar el
recuerdo imborrable de un gran profesional, insuperable en lo suyo, y una gran
persona.
Nunca oí un no de su boca, por
difícil que fuese esa fotografía casi imposible de encontrar, o un no puedo. Daba
igual la hora, ni una queja, ni un reproche, sino todo lo contrario. Por eso,
era un lujo acudir a Burgos y, de su mano, ver cómo se iban abriendo las
puertas de todos los rincones de la ciudad y de la provincia, porque con su
saber estar y su buen hacer todo era más sencillo. Tal vez por eso, no es de
extrañar que uno de los reportajes con los que más he disfrutado como
periodista y como persona sea precisamente el que realicé con Félix Ordóñez
cuando una mañana de invierno de hace algunos años nos "colamos" (con
autorización) en el Convento de las Clarisas de Belorado. No fue un trabajo de
investigación, ni una exclusiva, ni una gran entrevista, sino simplemente un
reportaje que compartimos y vivimos con la extraña complicidad de no acabar de
comprender la felicidad de una clausura y con la satisfacción de lo que
podíamos transmitir con textos e imágenes a nuestros lectores.
Deportes, política,
sociedad, sucesos, Casa Real...Félix llegaba a todo y a todos pero aún le quedaba
mucha vida por delante y muchas fotos por hacer. Sin embargo, se fue como vivió,
sin hacer ruido, trabajando y pegado a su cámara.
Montse Serrador
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