Fernando Jáuregui | Jueves 01 de marzo de 2012
Comprendo que hablar bien de alguien resulta periodísticamente menos
rentable que hablar mal, y entiendo también que la crítica es elemento
esencial en la tarea del informador. Por ello mismo, por lo excepcional,
quisiera aquí y ahora, sin que sirva de precedente, elogiar el talante
que viene mostrando Mariano Rajoy en sus por lo demás escasas
declaraciones a los medios. Me ha sorprendido el bajo relieve que la
mayor parte de estos ha dado a unas manifestaciones, para mí importantes
aunque es cierto que 'informales', a la salida de un acto en el que
presentaba la próxima 'cumbre' iberoamericana de Cádiz: "lo que no
podemos hacer es perder la confianza en nosotros mismos", dijo el
presidente del Gobierno, no muchas horas antes de partir hacia un
reunión del Consejo Europeo en la que España tenía las cosas del todo
menos fáciles. Y sigue, por cierto, sin tenerlas...
Ya sabemos
que sus colaboradores le llaman 'el hombre tranquilo'. Si alguna vez ha
dado un puñetazo sobre la mesa -que seguro que sí-lo habrá hecho en la
soledad de su despacho, con apenas un testigo, como mucho. Pero lo
cierto es que, en momentos de crispación, cuando nos topamos con escenas
callejeras que podrían, ay, recordarnos a Atenas (¡en Barcelona, ahora
capital mundial del móvil!), Rajoy no ha querido compartir ni la alarma
extrema de alguno de sus ministros ante la situación económica (Guindos a
veces nos asusta) ni las acusaciones de otros contra la oposición, en
el sentido de que es ella (los socialistas en concreto) quien instiga
esas manifestaciones que ocasionalmente rayan en la violencia. Escaso
contenido pactista el de esas acusaciones, de la misma manera que
algunas otras, procedentes del PSOE, muestran igualmente un nulo afán de
concordia. Con lo necesaria que sería en estos momentos en los que los
ciudadanos se interrogan por el futuro que les viene encima...
No;
a Rajoy no podría, desde luego, acusársele de estar fomentando
crispaciones, aunque no sé si tiene capacidad, ni siquiera entre los
suyos, para evitarlas. Rajoy tiene aliento aún para ser optimista
(moderadamente, también en eso): "España superará esta crisis, como ha
superado otras, y las que vengan después", ha dicho, pero después de
reconocer que "este año no va a ser fácil, porque no es una situación
fácil a la que nos enfrentamos; tendremos que hacer esfuerzos".
Lo
que me pregunto es si el presidente logrará que esos 'esfuerzos' los
hagan todos los españoles. Ya digo que no me parece que exista un buen
clima -y menos aún cuando contemplo las portadas incendiarias en las
calles de algunas ciudades españolas- para llegar a entendimientos.
Aunque algunos augures manifestaran lo contrario, lo cierto es que nunca
fueron buenos los idus de marzo. Que se lo digan, si no, a Julio César.
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