Fernando Jáuregui | Martes 17 de enero de 2012
Coincido en algunas de las críticas que ha cosechado Rajoy con
motivo de su ambigua comparecencia ante los medios acompañado de Nicolas
Sarkozy. El PSOE perdió las elecciones, entiendo, básicamente porque
instauró la inseguridad jurídica y anímica entre los españoles, que
queremos saber exactamente si nos van o no a subir los impuestos, cuándo
y cuánto. Decir, como dijo el presidente este lunes, que los
impuestoshan subido ya suficientemente, pero que "nada es para siempre"
constituye, además de una obviedad, un nuevo motivo de inquietud para
una ciudadanía que se va acostumbrando a esos virajes de los que tan
abundantes ejemplos tuvo con los ejecutivos pasados.
Y, con
todo, creo que la semana comenzó con algunos aspectos alentadores,
porque la verdad es que la 'era Rajoy', en lo poco que lleva de
existencia, está sirviendo para calmar muchos ánimos y para instaurar un
cierto clima de concordia que nada mal vendrán a la autoestima de los
españoles y a la consideración que en el exterior se tiene de España y
de las cosas que pasan o no pasan aquí.
Ignoro de quién fue la idea de, aprovechando que se entregaba el Toisón de Oro a Sarkozy, convocar a todos los presidentes de gobierno que en la democracia han sido y que permanecen en activo. Es decir, Felipe González, Aznar, Zapatero y Rajoy,
congregados en torno al Rey, como una muestra de apoyo al Monarca, y al
jefe del Estado francés, que parece que ha consolidado una importante
alianza tácita con sus vecinos del sur. Esa foto de los cinco (algunos
irreconciliables entre ellos, más uno (el vecino poderoso del piso de
arriba) me pareció una iniciativa cuando menos prometedora; en España,
la figura del ex presidente del Gobierno ha sido, hasta ahora,
maltratada por los propios ex presidentes, que frecuentan excesivamente
los negocios privados, se ausentan con demasía de actos institucionales
en los que deberían estar presentes (el desfile del día de la fiesta
nacional, la conmemoración de la Constitución)y dan un penoso ejemplo de
rencillas y malos humores entre ellos.
Y, sin embargo, los ex
presidentes deberían tener un papel importante que cumplir en la
coyuntura española. Todos y cada uno de ellos han tenido experiencias
irrepetibles, que deberían servir de guía y aviso a los demás. Todos han
tenido en sus manos decisiones que nos afectaban a la generalidad de
los ciudadanos. Todos nos han dicho que amaban a España sobre todas las
cosas, aunque, en al menos dos casos, los de González y Aznar, ese amor
no parece haber sido muy desinteresado cuando llegó el momento de
abandonar La Moncloa. Lástima que en la fotografía faltase Adolfo
Suárez, que me parece que es quien mayor vocación política y de servicio
a su país tuvo y mantuvo, hasta que la salud le impidió seguir en la
batalla. Tengo la esperanza de que Zapatero, que no ha sido un
demasiado buen presidente, sea mejor ex que sus dos predecesores y
cumpla, al menos, las obligaciones protocolarias, éticas y estéticas que
su posición política y social le reclaman.
Todo ello es
importante el día en el que tengo la impresión de que se consolidaba un
acercamiento que puede ser muy fructífero con el máximo representante
político de Francia, presente en Madrid para recibir el máximo galardón
que el Estado español puede otorgar. Creo que esa unidad de quienes más
han mandado en España, al menos en lo referente a la política exterior, a
la lucha antiterrorista y, ay, a la hora de concordar los ajustes
económicos, puede ser una baza decisiva para ganar la batalla
poliédrica, pegajosa, difusa, peligrosa, en la que estamos metidos de
lleno.
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