Fernando Jáuregui | Lunes 02 de enero de 2012
Todo año que comienza trae consigo esperanzas, ilusiones y también
aprensiones y temores, no necesariamente por este orden.. Este 2012 nos
llega tan cargado de malos augurios que sin duda las inquietudes
preceden a cualquier optimismo, si bien es cierto que las crisis
significan también oportunidades. De manera que tengo para mí que las
medidas duras anunciadas el viernes por el Gobierno deben ir acompañadas
por alguna explicación más allá de las que nos ofrecieron el viernes la
vicepresidenta-portavoz y los dos ministros comparecientes en la sala
de prensa de La Moncloa. Porque nadie duda, creo, de la necesidad de
estos (y sin duda otros venideros) ajustes; pero sí conozco a mucha
gente reticente ante la versión de que medidas que se negaron en
campaña, como la subida del IRPF, viniesen dictadas por el súbito
descubrimiento de que el déficit iba a ser muy superior al previsto; eso
era algo que casi todos sabían y cuesta creer que los únicos que vivían
en la ignorancia fuesen los que llegaban de refresco al poder.
He
insistido en varias ocasiones -perdón por ponerme acaso algo pesado si a
alguien le suena a repetido-en que considero necesaria una
comparecencia del propio Mariano Rajoy para detallar ante los
medios de comunicación, que son los intermediarios ante la opinión
pública, el alcance último, político, social y técnico, de lo que
pretende hacer al frente del Ejecutivo en esta nueva era, para mí una
especie de segunda transición. No diré que la portavoz y vicepresidenta
única esté realizando mal su cometido, porque no sería cierto; pero sí
digo que Rajoy, que ha logrado aglutinar un elenco ministerial que en
principio genera confianza, lo ha presentado insuficientemente, y debe
vencer su parece que natural aversión a enfrentarse a los periodistas.
Hubiera
debido ser él, en puridad democrática, quien hubiese ocupado el atril
monclovita el pasado viernes para informar a los españoles de las
medidas parece que inevitables que nos apretarán el cinturón algo más de
lo inicialmente esperado. Y quien nos asegurase que el déficit real no
era conocido tras el proclamado 'ejemplar' traspaso de poderes del
Gobierno de Rodríguez Zapatero. ¿De verdad que los salientes, que
tantos errores han cometido sin duda, trataban de ocultar que el
déficit iba a ser mucho mayor del previsto? ¿Era eso lógico,
razonable? Comprendo que Rajoy, que sabe mucho más de política mucho más
de lo que se le presume, se haya parapetado tras los ministros de
Economía y Trabajo y tras la portavoz para dar a conocer estas
impopulares medidas. Pero no creo que pueda adentrarse mucho más en este
2012 sin lo que vulgarmente se llama dar la cara. No basta con actuar,
como no basta con vencer: hay que convencer, y no es suficiente, a mi
juicio, con que los ministros comparezcan ante las respectivas
comisiones parlamentarias para hablar de su actuación presente y futura.
Ya
digo que, hasta ahora, Rajoy lo ha hecho, a mi juicio, bastante bien
(hablo de la política de nombramientos, con las excepciones, claro está,
que usted quiera): le falta el paso definitivo que le convierta de
táctico en estratega, de ganador de elecciones en estadista. Y este año
2012, que viene como viene, reclama estadistas de primer orden: no seré
yo quien se atreva a decir, porque no lo pienso, que Mariano Rajoy no lo
sea o no pueda llegar a serlo. Pero sí digo que tiene que empezar a
demostrarlo ya mismo.
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