Luis del Olmo | Viernes 30 de diciembre de 2011
El caudillo venezolano Hugo Chávez ha sugerido que los distintos
tipos de cánceres diagnosticados a varios líderes latinoamericanos
pueden ser enfermedades inducidas por Estados Unidos como castigo y
venganza hacia los políticos que no comulgan con la doctrina de la Casa
Blanca... Como es sabido, tanto el propio Hugo Chávez como el dictador
cubano Fidel Castro, los brasileños Lula da Silva y Dilma Rousseff, el paraguayo Fernando Lago y, ahora, la presidenta argentina Cristina Fernández de Kichner padecen
-o han padecido- alguna patología oncológica, y es algo que, en las
desmesuradas y chifladas visiones del caudillo venezolano, podría no ser
fruto de una casualidad o de la mala suerte, sino de una conspiración
en toda regla del gobierno de Barack Obama... Y pone Chávez como
ejemplo lo que, según sus noticias, ocurrió en Guatemala hace medio
siglo, cuando la CIA lanzó una operación química, bacteriológica y
radiológica que contaminó a numerosos guatemaltecos...
También dijo Chávez, en un discurso a las Fuerzas Armadas, que "habrá que cuidar al presidente de Bolivia, Evo Morales, o al de Ecuador, Rafael Correa quienes, de momento, se están librando de esta epidemia". Y terminó su alocución refiriéndose a la muerte del líder palestino Yasser Arafat,
cuya dolencia fatal jamás se conoció con todo detalle, y el diagnóstico
de sus médicos personales tan sólo aludía, con vaguedad, a "extrañas
alteraciones sanguíneas"...
Hugo Chávez tiene una imaginación
mayor y más desmesurada que la de los novelistas del "boom"
latinoamericano y, siguiendo el libro de estilo del perfecto dictador,
ve conspiraciones por todas partes, detecta fantasmas en todas las
paredes, intuye veneno en todas las comidas, se imagina que quien le
estrecha la mano le puede inyectar un veneno letal..., y ahora, además,
amplía esa visión paranoica a las dolencias de algunos de sus vecinos y
amigos... El realismo mágico y toda su desgarrada poesía que transforma
las piedras en nieve o la memoria en personajes fabulosos que vuelan
sobre la selva, se queda corta..., muy corta..., al lado de la fantasía
del tirano de Caracas que, aún rindiéndose a las supersticiones, ha
reaccionado con cordura ante su enfermedad: por el único camino válido,
que es ponerse en manos de la medicina...
Cualquier ser
humano que padezca una grave enfermedad es digno de compasión, y es
obligado darle ánimos y estar a su lado, ya sea un alto mandatario o el
más modesto de los ciudadanos anónimos... Pero lo de Chávez y sus
visiones conspirativas es un esperpento. Y no es que las decisiones de
Estados Unidos contra los países que consideran enemigos las tomen unos
angelitos... Pero, en este caso, la sinrazón del tirano de Caracas es
tan disparatada que, además de acudir al oncólogo o al cirujano, como ya
está haciendo, debería incluir en su equipo médico habitual a varios
psiquiatras.
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