Luis del Olmo | Jueves 17 de noviembre de 2011
En el nuevo gobierno italiano, que preside
el ex -comisario europeo de la Competencia, Mario Monti, no hay un solo
político, si por esto entendemos personas que se vienen dedicando profesionalmente
a la actividad pública, y en algunos casos desde que cumplieron la mayoría de
edad. Lo que hay son profesores universitarios, especialistas con experiencia
internacional y directivos de empresas. Dos ejemplos: Corrado Passera,
titular de la todopoderosa cartera de Desarrollo Económico, Infraestructuras y
Transporte, es administrador-delegado del Banco Intesa San Paolo, uno de
los pesos pesados del sistema financiero italiano, y ha trabajado en los grupos
L´Espresso, Olivetti, y en Poste Italiana, que es el servicio de Correos del
país transalpino. Y Franceso Profumo, ministro de Educación: es
ingeniero, ha presidido el Consejo de Investigación Italiano, y también ha sido
rector del Politécnico de Turín. Son dos ejemplos, pero podríamos seguir así
hasta 16 biografías en que destacan méritos universitarios, empresariales,
económicos o jurídicos, como el caso de la ministra de Justicia, Paola
Severino, una de las abogadas penalistas de más prestigio de Italia.
No sabemos si el nuevo presidente del
Gobierno de España, el que saldrá de las urnas del próximo domingo (Mariano
Rajoy, según todas las encuestas) tomará ejemplo de Mario Moti y hará, para el
Consejo de Ministros, una selección entre los mejores, entre quienes hayan
demostrado en sus responsabilidades profesionales una alta capacidad y una gran
experiencia. Algo de eso ha insinuado Rajoy, diciendo que quería contar con
hombres y mujeres valiosos aunque no estuviesen afiliados al Partido Popular.
Pero, ya se sabe, en demasiadas ocasiones esas buenas intenciones se desvanecen
y se apagan por las presiones del entorno político doméstico, en el que muchas
veces se opta por una persona en consideración de su hoja de servicios
partidista, más que de su capacidad.
Aquí no somos nadie para dar consejos, pero
sí para sugerirle a Mariano Rajoy o a Pérez Rubalcaba o a quien sea que pagar
favores políticos encomendando carteras ministeriales puede ser un mal
negocio no sólo para el presidente del Gobierno, que sería lo de menos, sino
para todos los españoles, que eso es lo grave. En un mundo en que todo está
inventado, reflexionar sobre lo que hacen los demás (en este caso, el nuevo
primer ministro de Italia) puede resultar de provechoso para corregir, con
manos expertas, el rumbo y la gobernación de una nave atribulada, entrañable y común llamada España.
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