Ricardo Lafferriere | Viernes 24 de abril de 2015
La tensión que muestran las elecciones PASO de la Capital
Federal ponen a prueba en forma inédita la capacidad de liderazgo de uno de los
principales candidatos presidenciales para suceder a CK.
Dos propuestas expresan dos estilos: el "PRO-puro",
sosteniendo la candidatura del actual Jefe de Gabinete de Mauricio Macri,
frente al "PRO-plural" que ofrece la Senadora Gabriela Michetti.
La primera, cuyo inspirador politológico es el ecuatoriano
Durán Barba sostiene la necesidad de una oferta político-electoral
absolutamente "nueva" y sin "contaminaciones", una especie de etapa fundacional
(una vez más...) de la Argentina, esta vez alrededor del liderazgo personal y
excluyente de Mauricio Macri.
La segunda, sostenida por un grupo de dirigentes cercanos a
Gabriela Michetti -Pinedo, Lombardi, los ministros Chaín y Montenegro- creen,
por el contrario, que la única forma de garantizar gobernabilidad al país en un
eventual gobierno no peronista es una gran confluencia plural en la que el
liderazgo de Macri no se asiente en la exclusividad personal sino en la
articulación institucional del amplio espacio no populista.
Por debajo de los argumentos públicos ("desleal", por un
lado; "inescrupuloso", desde el otro) las opciones del PRO en estas PASO
confrontan ambas visiones.
El país -no sólo los porteños- observarán conductas y
mensajes, gestos y actitudes. Estará alerta ante el espectáculo electoral y
post-electoral, medirá el comportamiento de unos y otros ante el aparato
mediático y juzgará a todos, porque en octubre decidirá su futuro y esta
elección -como la de Mendoza, la de Santa Fe, la próxima de Córdoba- indicará
qué esperar del próximo gestor.
La definición de Macri apoyando a Rodríguez Larreta, al
comienzo de la carrera, molestó a más de los que satisfizo, dentro y fuera de
su fuerza. Los ciudadanos vieron a quienes esperaban que actuara como un
árbitro, "inclinar la cancha" en favor de su preferido, lo que se reiteró con
la descomunal -y en ocasiones, obscena- exhibición del aparato del PRO y aún
del gobierno de la ciudad respaldando a Rodríguez Larreta.
Ese poderío, aparentemente -según lo denuncian no ya la
Senadora Michetti, sino el resto de las fuerzas opositoras, desde ECO hasta el
FPV- recibió el respaldo de una generosa pauta publicitaria privilegiando a los
medios más importantes, que a cambio se prestaron al "operativo demolición"
desatado contra la candidata díscola. Tal vez el caso más notable -y evidente-
haya sido el diario "La Nación", rifando su prestigio centenario en un curioso
maridaje con una empresa encuestadora que en los últimos años ha ido perdiendo
su credibilidad prestándose a sucesivas operaciones políticas.
Por el lado de ECO, la moderna campaña de Lousteau, dirigida
a la juventud no cooptada por el ideologismo fuera de época del FPV, parece
haberlo despegado de Ocaña, reiterativa en su mensaje centrado en la
honestidad, que -salvo el oficialismo nacional- a esta altura nadie discute.
El FPV ensayará una competencia interna en la que la fuerza
del aparato del gobierno nacional favorecerá al candidato de La Cámpora,
Santiago Recalde. En un distrito difícil, el voto duro del peronismo se
mantiene alrededor del 20 % anunciando una reñida lucha por el tercer puesto
que, como se está expresando la opinión pública, puede terminar polarizando con
el PRO. En ese sentido, los vasos comunicantes del electorado no peronista
-especialmente de PRO y de ECO- anuncian desplazamientos previsibles para la
primera vuelta electoral, según el triunfador en la puja del PRO sea Michetti o
Rodríguez Larreta, y en la de ECO sea Lousteau u Ocaña. En otras palabras: la
interna del PRO muy posiblemente defina también quién será su próximo rival.
Y aquí volvemos al título de la nota: "Liderazgo". El único
liderazgo nacional que participa en estas PASO porteña en forma decisiva es el
de Macri, que desde hace varios años viene construyendo una imagen que pretende
alejada de la "vieja política" y adecuada a una Argentina moderna e inserta en
el mundo. Sanz, Carrió, Massa y el propio Scioli han preferido el perfil bajo,
dejando correr a los candidatos de sus fuerzas sin mayor intervención.
Macri prefirió involucrarse. Su participación personal tuvo
un primer tropiezo, con la actitud de volcar su peso personal, de su partido y
el del gobierno de la ciudad en favor de uno de los candidatos. No gustó.
La opinión del país -partidarios y rivales- estará
observando atentamente sus pasos el día del comicio.
Una reiteración de aquel error puede significar un desgaste
-posiblemente importante- de su imagen como líder nacional. Su acierto
mostrando imparcialidad y ejemplaridad institucional, derivaría por el
contrario en la consolidación de la imagen de un líder democrático abarcador de
la diversidad y respetuoso de la pluralidad política de los ciudadanos, que ha
buscado instalar desde hace años.
Ricardo Lafferriere
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