Rodolfo Terragno | Martes 21 de abril de 2015
No hay dos iguales. Cada uno tiene sus propias ideas y hasta
ideologías diversas, que van de derecha a izquierda.
Unos procuran la continuidad de las políticas y el estilo
actual de gobernar. Otros prometen un cambio, pero difieren en la velocidad y
profundidad que debería tener ese cambio.
Sin embargo, hay puntos sobre los cuales ningún precandidato
a Presidente debería disentir. Algunos de esos puntos responden a principios
éticos insoslayables; otros, a mandatos constitucionales.
Un acuerdo sobre esos temas tendría, además, un beneficio
para quien fuese el próximo Presidente. Los problemas que encontrará
?económicos, sociales y políticos?no podrá resolver en soledad. Y no
resolverlos lo llevará a una pérdida acelerada de apoyo social. No podrá buscar
los aliados necesarios en el Congreso ni en los partidos ni en los sindicatos.
En medio de una gran crisis, no encontrará aliados de último momento. Ni en el
Congreso, ni entre los partidos políticos ni en los sindicatos.
Es por eso que los precandidatos deben comprometerse entre
sí, y ante la población, a actuar solidariamente en determinados casos. Sobre
todo, quienes tienen posibilidad de llegar a la Casa Rosada.
Un acuerdo amplio favorecería también a quienes no tienen
chance. Cometerían un error si esperasen hacer ganancias del río revuelto. El
fracaso temprano del próximo gobierno desataría el desprestigio terminal de los
políticos.
Claro está que no todos los precandidatos quieren hacer lo
que necesitan.
Más de uno teme que, por poner su firma al lado de la de un
rival, pierda singularidad, decepcione a algunos de sus aliados y vea reducidas
sus chances.
Es difícil disuadirlos con exhortaciones a la responsabilidad
y una enumeración vaga de los puntos que debería tener ese acuerdo.
Hace falta corporizar la propuesta. Mostrar que, en verdad,
ningún precandidato perderá su individualidad y todos ganarán el respeto que
necesita nuestra desacreditada clase política. Lo que sigue a continuación es
un ejercicio destinado a mostrarlo.
Se trata de un texto posible, redactado como si fuera el
acuerdo mismo. No para dictarles a los precandidatos lo que deben suscribir
sino para que evalúen la factibilidad de un compromiso equivalente.
Compromiso para el cual es necesario convocar a 100% de los
candidatos. Un acuerdo restringido a unos pocos no haría más que formar una
facción electoral. Una cosa es que alguno se niegue a firmar y otra que no se
sienta invitado.
El texto:
Los abajo firmantes, precandidatos a la Presidencia de la
Nación, suscribimos el presente compromiso sin que ello implique alianza
electoral alguna y sin que borre las diferencias ideológicas que podamos tener.
Tampoco constituye un programa común de gobierno sino el enunciado de
requisitos básicos de nuestros respectivos programas, los cuales pueden diferir
sustancialmente en cuanto a la implementación de este compromiso. Bajo estas
condiciones, convenimos en defender los siguientes principios, cualesquiera
sean las posiciones que nos toque ocupar a partir del 10 de diciembre, sea en
el gobierno o en la oposición:
1. ESTADO DE
DERECHO. Respetaremos estrictamente la división de poderes, la independencia de
la Justicia y los principios y garantías fundamentales que consagra la
Constitución Nacional.
2. TRANSPARENCIA.
Seremos intolerantes con cualquier acto de corrupción, sin importarnos quién
sea el responsable, así pertenezca a nuestro propio gobierno o partido,
haciendo que rinda cuentas a la Justicia sin privilegio alguno.
3. GOBERNABILIDAD.
En el gobierno respetaremos celosamente los derechos de las minorías, y en la
oposición no incurriremos en obstruccionismo.
4. USO APROPIADO
DE LOS FONDOS PÚBLICOS. En caso de ser gobierno, no utilizaremos fondos
públicos para realizar propaganda política; ni para financiar las actividades
políticas de sectores propios o aliados; ni para favorecer indebidamente a los
gobiernos provinciales afines; ni para otorgar beneficios arbitrarios con fines
proselitistas.
5. SEGURIDAD
JURÍDICA. No propondremos ni consentiremos alteraciones retrospectivas de leyes
o actos administrativos ni adoptaremos medidas con el objeto de afectar
específicamente los derechos de determinadas personas o entidades.
6. COMBATE A LA
DELINCUENCIA Y EL NARCOTRÁFICO. Sin perjuicio de nuestras distintas visiones
sobre el modo de enfrentar estos graves problemas, trabajaremos conjuntamente
en el establecimiento de medidas de prevención, vigilancia y aplicación de la
ley.
7. DIÁLOGO.
Mantendremos un diálogo permanente con todas las fuerzas políticas, económicas
y sociales, procurando consensos y asegurando la paz social.
Cada uno de nosotros asume este compromiso formal y
públicamente, y se somete al juicio de la ciudadanía y los medios de difusión
para el hipotético caso de que no lo cumpliera fielmente?.
¿Es posible que todos los candidatos coincidan en estos
puntos? No solo es posible. Es inevitable, porque no estamos hablando de medios
sino de fines. Y nadie puede tener fines opuestos a los enunciados en estos
puntos.
¿Qué candidato se atrevería a decir que su propósito es
ejercer un poder discrecional, con un gobierno indiferente ante la corrupción,
autoritario, incumplidor de la ley, despreocupado de la inseguridad y cerrado
al diálogo?
Se podrá decir que no hay, para un candidato, dificultad
alguna en suscribir un acuerdo de este tipo y luego incumplirlo. No es así. Un
compromiso formal y público, asumido como una obligación ante el país entero,
no es lo mismo que una propuesta unilateral no protocolizada. La palabra de
honor tiene un peso del cual carecen las meras promesas electorales.
Quien viole el compromiso tendrá la airada denuncia de los
otros firmantes, la condena de los medios públicos y el juicio de la gente que
creyó en su palabra. Aun así, habrá
quienes juzguen que esta es una idea utópica y que el intento de materializarla
es un acto de ingenuidad. José Ingenieros decía que ?lo bueno posible se
alcanza persiguiendo lo bueno mejor?.
Lo opuesto a la utopía es la resignación. No pugnar por un
compromiso de este tipo dejaría al país expuesto a una nueva y más dolorosa
frustración, y haría que los políticos dieran otro paso hacia un precipicio al
cual llevarían consigo el prestigio de la democracia.
Rodolfo Terragno
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