Fernando Jáuregui | Jueves 16 de abril de 2015
Que el Partido Popular ofrezca una alianza a Podemos para
presidir la Cámara andaluza, con tal de que no la presida el Partido
Socialista, no deje de ser una muestra más de la escasa lógica que domina
nuestro escenario político. Especialmente, antes de unas elecciones. Parte de
esa ilógica política es también que José Antonio Griñán no haya dimitido como
senador, y Manuel Chaves como diputado, para facilitar, aunque sea a costa del
sacrificio de ambos, la investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta
de Andalucía.
Se ponga como se ponga la juez Alaya, no creo en la
culpabilidad penal de ninguno de los dos citados, aunque sí pienso que han
contraído responsabilidades políticas que solamente pueden pagar abandonando,
espero que voluntariamente, sus cargos públicos y facilitando así el apoyo al
menos de Ciudadanos a la investidura de la señora Díaz, lo que evitaría el
dislate de tener que repetir las elecciones autonómicas en esa Comunidad: esto
último sí que sería el colmo de la ilógica, de la traición al voto ciudadano.
Supongo, en fin, que Chaves y Griñán, que me parecen dos
personas honradas a pesar de sus torpezas políticas, acabarán dejando sus
escaños, porque la lógica, el sentido común, la ética y hasta la estética
acaban (casi) siempre imponiéndose. Y confío también en que alguien como el que
fue candidato del PP a la Junta, Juan Manuel Moreno, que también me parece
persona cabal y de gran honestidad política, entienda que no pueden proponerse
pactos 'contra natura' con tal de descabalgar a quien en buena lid ha ganado,
porque ha tenido más votos que nadie. Lástima que no prosperase la idea,
lanzada por el PP e inicialmente apoyada por el PSOE, que luego la rechazó, de
modificar la normativa electoral para que el alcalde de una ciudad, y hasta el
presidente de una Comunidad Autónoma, lo sean automáticamente quienes encabezaron la lista más votada: se habrían
ahorrado chalaneos, acuerdos subterráneos en los que se cambia quién sabe qué
por un apoyo que no ha sido el votado por los electores.
Debo decir, sin que me duelan prendas, que en este juego
mortífero -que es casi un juego de tronos-del pacto poselectoral en Andalucía,
quien mayor coherencia ha mostrado, hasta ahora, ha sido una formación a la
que, como Podemos, yo no quiero ver en el gobierno de mi país, básicamente
porque no les encuentro lo suficientemente preparados. Podemos ha rechazado de
manera tajante y sin ambigüedades la oferta de favores políticos llegados desde
la orilla ideológicamente opuesta a cambio de descabalgar al PSOE del poder
andaluz. Debo decir, de pasada, que la formación de Pablo Iglesias, por mucho
que este se muestre cada día más ensoberbecido, da muestras de irse adaptando a
un terreno, el de la realidad, al que tan ajenas estaban sus proclamas y
griteríos iniciales.
Y, volviendo al tema que nos ocupa, el de los pactos
políticos, no es que yo me muestre contra ellos. Todo lo contrario: creo que
serán imprescindibles tras unas elecciones generales que van a mostrar un
Parlamento muy fragmentado entre cuatro fuerzas que, hoy por hoy, empatan. Es
más: muchas veces me he pronunciado a favor de un Gobierno de gran coalición
para una Legislatura acortada a dos años, en la que se aproveche este tiempo
para pactar una serie de reformas imprescindibles y un cuadro de actuaciones
regeneracionistas que se extiendan a lo largo de los años 2016 y 2017, cuando
se convocarían nuevos comicios legislativos y el preceptivo referéndum para
posibilitar algunos cambios en la Constitución. Ya sé que esta hipótesis puede
parecer lejana y hasta utópica, pero nunca he querido renunciar a la utopía. A
lo sí quiero renunciar es a la falta de lógica política, que es en lo que, en
no pocos momentos, estamos instalados. Pues ¿no es el colmo del barroquismo -o
mejor surrealismo-ir por ahí diciendo, que es lo que dice a veces alguien como
Pablo Iglesias, que Felipe de Borbón sería un gran presidente de la República
española? Así, lo más lógico es que andemos todos como despistados con tanta
ocurrencia y con tanto juego. De trinos, de tronos y de truenos.
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