Fernando Jáuregui | Miércoles 18 de marzo de 2015
Ahora que me va llegando la hora de los recuerdos, diré que
he seguido muchas veces y mucho los avatares de nuestros políticos. Me gusta
colocarme de mirón y anotar las reacciones que el personaje suscita entre
quienes le rodean, sean partidarios o indiferentes: raras veces se mezclan con
quienes les son hostiles. En esta hora de 'selfies', he comprobado que, por
ejemplo, Pedro Sánchez despierta mucho más las ansias de los coleccionistas de
imágenes con famosos que, por ejemplo, Mariano Rajoy. Claro que Rajoy, incluso
en los mítines entusiastas, se acerca poco al público. No sé sobre Pablo
Iglesias, la verdad, pero también he comprobado que Albert Rivera, que es la
otra estrella ascendente en el firmamento de la política nacional, suscita una
cierta lejanía respetuosa entre quienes le rodean: por alguna razón, no
despierta la camaradería que, sobre todo en el personal femenino, anima a
los/as seguidores/as del secretario general socialista. Y esto que digo, por
supuesto, no significa nada más allá de lo que digo: ¿una mera frivolidad?
Bueno, al menos es sintomático del grado de simpatía que despierta una
determinada personalidad.
Este martes, tuve la ocasión de compartir dos horas de
almuerzo con el Rey. No había podido mantener una conversación con el jefe del
Estado desde su entronización, allá por junio, hace apenas nueve meses. Fue con
motivo de una entrega de premios a proyectos innovadores de universitarios, un
acto en cuya organización yo participaba. Ya sé que no es costumbre divulgar lo
que se habla con un Rey, aunque el encuentro no sea, y en este caso no lo era
-compartíamos una mesa de doce personas, yo a su izquierda-, estrictamente
privado. Sí diré dos cosas: primero, Felipe VI está en plena forma. Y, segundo,
es Rey también de los 'selfies': los jóvenes premiados -y algunos premiantes,
no tan jóvenes-- se arremolinaban en su torno aspirando a hacerse, como fuera,
una fotografía con el Monarca.
Sobre el primer punto, nunca oculté mi admiración por la
figura del ciudadano Felipe de Borbón: jamás vi a nadie tan dedicado al
ejercicio de su profesión, la de Rey en este caso. Pocas veces he visto a
alguien con tantas condiciones para el desempeño de un cargo. Espero que nadie
me considere un halagador profesional: ¿por qué halagar a aquel a quien, de
todas maneras, todos halagan? Pero debo decir que le encontré más seguro que
nunca, perfectamente informado hasta de minucias, bastante optimista y con un
sentido del humor que no le imaginan quienes no han tenido ocasión de tratarle.
Tengo la impresión de que Felipe de Borbón, en quien concurre la circunstancia
de ser y llamarse Felipe VI, piensa que su reinado va a ser largo y útil, por
muchos avatares que obstaculicen el camino y por mucho que sabe que habrá de
ganarse el puesto de trabajo día tras día. Se lo gana: no le he visto cometer
un solo error desde hace muchos años. Yo creo que está optimista sobre el
futuro, tanto por lo que se refiere a la unidad de la patria como a la
gobernación de la misma. Insisto en que no se puede, ni se debe, desvelar lo
que te cuentan en el marco de la intimidad, que no ya de la confidencialidad:
pero siempre salgo con la sensación de que el Rey piensa cosas muy semejantes a
las que uno piensa, y eso, claro, es reconfortante.
Acerca del segundo punto, vi lágrimas de emoción -algún
testigo no me dejará mentir-en los ojos de un joven estudiante, uno de los
premiados en el 'acto emprendedor' celebrado en la Casa de América, cuando dio
la mano, con una ligera inclinación de cabeza, a quien encarna la jefatura del
Estado. Era -ya digo: había testigos-un joven con una larga coleta, y estoy
seguro de que no tiene más identidades que esa con algún líder político de
quien, por cierto, me cuentan que a alguien le ha dicho que Felipe de Borbón
sería un excelente presidente de la República española. Un sinsentido, lo sé,
pero ese líder al parecer reconoce que, humanamente más que investido como Rey,
la popularidad del ciudadano Felipe de Borbón supera con creces a la de todos
los políticos al uso y a la de los que no están tan al uso.
Siempre, incluso cuando en años mozos milité en alguna
formación de izquierda republicana, me he declarado más monárquico -no
juancarlista-- que republicano. Tenemos ahora, lo comprobé nuevamente este
martes, un excelente Rey, que en nueve meses ha hecho más por la causa
monárquica que legiones de habsburgos y borbones serpenteando por la Historia.
Equivóquese llamándome, si usted quiere, pelota. Pero tengo que decir que
pienso que Felipe VI es uno de los más importantes activos -no nos sobran--
que en
estos momentos tiene España. Y así lo cuento, porque me parece un hecho
relevante en estos momentos de confusión, elecciones y sondeos. Algo tendrá el
agua cuando la bendicen y algo tendrá la persona con la que todos quieren, a
toda costa, hacerse un 'selfie'.
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