Carlos Penelas | Lunes 16 de marzo de 2015
La religión sirve sencillamente para que las masas se
resignen más sencillamente a las muchas frustraciones que presenta la realidad.
Erich Fromm
Alberdi escribió sobre Sarmiento: "...es un periodista
que no ha escrito un solo libro dogmático". En 1849 Sarmiento escribió
"Educación popular". Y en 1856 "Educación común". Nunca
habló de populismo.
A partir de esta tradición intento escribir, intento pensar.
Queda claro, sin dobles intenciones. Del otro lado lo grotesco, lo chabacano,
la montonera de la nac and pop. Lo burocrático, lo jadeante de una política
plena de arribismo y complicidad.
Me formé en un club donde su escudo dice Mens sana in
corpore sano. Esa sentencia latina y otra -que
aún leemos en el frontispicio de mi escuela primaria- Liber
Liberat, me acompañan. He corrido en natación,
pecho. He nadado en río y en mar. He jugado pelota a paleta y concurrí a las
clases de box con el Sapo Azar. Un nadador de otros tiempos, Pico, me enseñó a
no tenerle miedo al agua. Fútbol, toda
mi vida.
De muchacho pude ver en Independiente a uno de los más
grandes, al uruguayo Vladas Douksas. Mi padre me llevaba a la tribuna de los
Diablos Rojos. Iba con mis hermanos y mis primos. Michelli, Cecconato, Bonelli,
Grillo y Cruz. Los veo aún salir del túnel a Elías Abraham, a Moussegne, a José
Varakca, a Maldonado, al Bocha.
Philip Sydney, en su famoso libro Defensa de la poesía,
decía que no son el rimar y el versificar el que hacen al poeta. Y que han
existido muchos poetas de gran excelencia que nunca versificaron. Estamos
hablando de 1580.
Vivimos con alegre mediocridad, antagonismo artificial,
chabacanería, escarnio y cimbronazo. Décadas de fracasos y justificaciones, una
cultura hegemónica basada en condicionamientos y guiños de tahúres.
Frecuentación servicial que produce desplazamientos. Estilos
oleaginosos que abarcan los diarios canónicos, posiciones seudo progresistas.
Maniobras. Pactos, por razones de afinidad espiritual, verificación de textos,
ponerse à la page. Ecos difusos de nuevos intelectuales o viejos zorros que distribuyen
amagos, vertiginosos saludos y demás chovinismos. Problemas de latitudes y de
buen hígado. Méritos de un extraño raid, virtudes filantrópicas, tal vez.
Osados, venerables, estrategias con la patota de amigos presuntamente privilegiados.
Bromas ocurrentes y celebradas. Y luego la perplejidad, los elogios, las
justificaciones. Posicionamiento. Esa es la palabra. Y a ocultar negociados,
crímenes, estafas.
Porque la miseria se fue acumulando en las calles, en las
plazas, en los hospitales, en las escuelas, en los edificios, en las bibliotecas.
Inquietante, paradigmas, blasones de otra índole. Conjuro de legiones, actitudes puntuales, juegos florales cercanos siempre a lo nacional,
a lo anecdótico, a lo decorativo del poder de turno. Parlotean, cejas al
frente, beneméritos apóstoles del lumpenaje. Levantan banderas de liberación,
crean historias y tabúes, proyectos para cincuenta años, fragmentación, dádivas
y matracas. Castristas, chavistas, islámicos. Y lo cotidiano, lo agotador de lo
cotidiano. Apoyos hipócritas, traiciones, discurso autorreferencial,
narcisismo, crímenes, robos, barras
bravas, mutaciones, polvareda, fervores nacionales, pactos, saltos de mata,
moralinas, maquillajes, inauguraciones permanentes, sordidez, zurcidos, trenes
imperiales, secuelas, drama y melodrama, decoraciones, antropología social,
despojos, declaraciones, santificaciones, apogeos, criterios corporativos,
victimización, carraspeos, cánticos, pibes para la liberación, despecho,
reiteración de negociaciones, ventrilocuismo... perdón, necesito una bocanada.
Cansan, en el fondo son flecos de los lugares comunes de lo peor
de nuestra historia. Ahora con medallas al pecho y el olor de la fermentación.
Maniqueísmo con mutilaciones, secuencias previsibles.
CarlosPenelas
Buenos Aires, marzo de 2015
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