Fernando Jáuregui | Jueves 05 de marzo de 2015
Es una de las falacias de esta España llena de ellas: ha
comenzado oficialmente la campaña electoral andaluza, con una pegada de
carteles que ya nadie pega; con dos semanas por delante para pedir el voto que
ya todos estaban, de una manera o de otra, pidiendo; para celebrar mítines que
llevan meses celebrándose y para organizar debates televisados que puede que ni
se produzcan. Es decir: las normas que nadie cumple, incluyendo la prohibición
de publicar sondeos desde una fecha determinada antes de las elecciones
--¿quién va a controlar tales cosas en tiempos de internet?--, son papel mojado
que más vale derogar o reformar, lo que no sería ninguna tontería ahora que
estamos planteándonos una nueva era.
Las campañas
electorales en España -y vamos a tener bastantes en este año de
sobresaltos-están, definitivamente, obsoletas. Repletas de mítines para
convencidos, de espacios más o menos obligatorios en televisión que se han
convertido en puros publirreportajes fabricados por los propios partidos, de
sondeos fabricados a toda prisa, de abuso de las redes sociales, que son, por
cierto, la único nuevo en el concepto tradicional de una campaña electoral. Por
lo demás, se nos han quedado viejas, desde los eslóganes, cíclicamente
repetidos, hasta los programas incumplidos y el propio diseño de los actos.
Para no hablar ya del corte de los debates en televisión, cuando los hay
(deberían ser obligatorios): tiempos tasados, temas consensuados, nula
participación de los espectadores...
Hablo, claro, de
aspectos meramente formales. Podría también referirme a la tradicional falta de
ideas, que corre pareja con la falta de respeto al elector, sometido a mensajes
de sal gorda, mendaces y en los que se nos trata casi como a niños. Campañas
gritonas, insultonas -a ver cuánto tarda alguien en acusar de 'franquista' al
rival: es uno de los clásicos-- , en
las que los conceptos se reducen a la mínima expresión. Estoy seguro de que el
escaso prestigio que padece eso que ha dado en llamarse 'clase política' tiene
no poco que ver con el diseño y desarrollo de estas campañas electorales, tan
pedestres las pobres. En fin, que gane el mejor. O el menos malo, como indican
las sacrosantas -que esa es otra-encuestas.
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