Humberto Tumini | Domingo 25 de enero de 2015
Si hay algo llamativo en determinadas situaciones, es la
insensibilidad que muestra la Presidenta. Nadie ignora que debe dar respuestas
políticas a determinados acontecimientos y que es lógico que a veces se
defienda, pero es difícil de aceptar tanta deshumanización frente a
determinados hechos, muy traumáticos tanto para sus protagonistas como para la
sociedad toda. Mas aun viniendo de una dirigente que se reivindica a si misma
como progresista, que dice vivir preocupada por su pueblo -que no es una entelequia,
sino que lo conforman argentinos y argentinas de carne y hueso-, por su
felicidad y bienestar.
Cuando la tragedia ferroviaria de Once enlutó la argentina,
Cristina se mantuvo en silencio largos días, ni siquiera una palabra de
condolencias a los familiares de los muertos (lo mismo hicieron Néstor Kirchner
y ella cuando sucedió lo de Cromañón). Luego dijo que hablaría cuando la
justicia se expidiera y que no esperaran de ella "la foto o el discurso fácil".
Habían fallecido mas de 50 personas, la mayoría de ellos trabajadores. Al mismo
tiempo puso de inmediato y antes de que hablara la justicia, a sus funcionarios
y voceros a echarle la culpa al guarda, a la oposición y hasta a la propia
gente por viajar en el primer vagón. Ni que hablar de lo declarado por el
secretario de transporte, Schiavi, de que hubo muchas muertes porque era día
laborable y no feriado.
Ahora, con lo de Nisman, repitió la Presidenta la misma
conducta de siempre. Cierto es que el fiscal había presentado una grave
denuncia en contra suya y que el gobierno, desde que había firmado el
memorándum con Irán, estaba enfrentado con él. Pero acababa de morir
trágicamente. Nada, ni una condolencia a la familia, ninguna muestra de pesar
aunque lo considerara un enemigo. Sin siquiera tener presente que, como ella
siempre dice, es la presidenta "de los 40 millones de argentinos", de los que
la quieren y de los que no.
Por el contrario, desde el principio se ensañó con el
muerto, al que no le dedicó palabra alguna, pero si dos cartas. Ella, sus funcionarios,
los habituales voceros "paraoficiales" y los medios de comunicación que
controlan, primero prácticamente lo presentaron como un truhán, que hasta había
dejado sola a su hija en un aeropuerto para venir a hacer maldades a la
Argentina; para luego suicidarse al quedar en evidencia -supuestamente- su mala
fe. Mas tarde cambiaron el casete y pasaron a decir que en realidad a Nisman lo
habían asesinado oscuras fuerzas del mal; pero que seguía siendo una muy mala
persona que se había dedicado a dañar a la Presidenta y su gobierno.
Mas allá de la opinión que a uno le merezca semejante
deshumanización de quién ejerce la mas alta responsabilidad institucional del
país. Lo cierto es que al mismo tiempo, como le sucede seguramente a millones y
millones de compatriotas, uno se llena de desconfianza y se pregunta si, acorde
a esas conductas que uno observa, no será que para este gobierno todo vale.
Pareciera que si.
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