Ernesto Sanz | Viernes 09 de enero de 2015
Ayer las tapas de los diarios más importantes del mundo se unieron
en un solo tema. El atentado a la sede de la revista Charlie Hebdo, en París,
que dejó 12 muertos y a toda la sociedad decente del mundo dolorida y en estado
de shock y alerta, se convirtió en el hecho único, reconocible en su barbarie y
en su verdadera magnitud.
El atentado tiene muchas víctimas más allá de los doce
creativos que trabajaban en la revista. Para los que pensamos en la libertad
como el principal móvil tanto de nuestra acción política como de nuestras
decisiones personales y biográficas, un ataque como este nos conmueve y nos
obliga a decir y pensar.
Nada devolverá la vida a las personas que estaban trabajando
en la redacción de la revista y nada dará alivio a sus familiares. El horror de
este tipo de acciones tiene ese sello primario.
Luego, tras la pena del primer momento, sobreviene el tiempo
de la reflexión y la discusión. Uno de los peores errores que pueden cometerse
en situaciones como estas es el de simplificación. El mundo está recorrido por
un fantasma informe y desangelado que propone un problema muy difícil de
abordar. El fundamentalismo religioso plantea una abierta batalla contra el
temperamento occidental y sus valores y por eso plantea situaciones que llevan
al límite cualquier idea y cualquier acción política.
Para los que nos dedicamos a la política porque creemos que
todavía es una herramienta útil para ayudar a diseñar una sociedad más
hospitalaria, la tensión que propone el terrorismo termina siendo uno de
nuestros temas más importantes. No importa que estemos en una parte del mundo
distinta y en algún sentido nueva, el terrorismo fundamentalista es un problema
global y debe ser tratado de manera global.
Desde mi punto de vista, y aún reconociendo sus
dificultades, creo que la mejor manera de combatir el terrorismo es desde el
principio que éste ataca. La libertad está a prueba y es desde esa libertad
desde donde hay que mirar la relación con la violencia terrorista.
Es necesario fortalecer la libertad, la democracia y el
pluralismo dentro de las distintas colectividades, países y regiones. El camino
será indiscutiblemente largo y ríspido, pero es la única forma de hacerlo
eficazmente. La convivencia de los valores religiosos con los valores de la
democracia es un tema apasionante que viene de lejos y que todavía tiene mucho
para aportar en la resolución de los grandes problemas globales.
Más democracia y más libertad para más personas. La vieja
fórmula de Stuart Mill tiene todavía una potencia política enorme y aplica
perfectamente frente a las difíciles situaciones que nos plantea la actualidad.
Por último, en un sentido más doméstico, hechos como los de
Charlie Hebdo desnudan la errática situación del gobierno nacional en materia
internacional. Está bien que el gobierno argentino se solidarice con las
víctimas del atentado, pero no es congruente con sus alineamientos
internacionales.
Hay que ser claros, nuestros amigos son siempre los amigos
de la libertad.
Ernesto Sanz
Senador Nacional por Mendoza por la UCR
Presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical
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