Editorial | Jueves 08 de enero de 2015
Esto, simplemente, no puede continuar así. Los países
democráticos, también los islámicos, tienen que defenderse del terror asesino
de los verdugos que, en nombre de Alá, asesinan, torturan, sojuzgan a sus
semejantes simplemente porque no piensan como ellos. No es una cuestión de
Oriente contra Occidente, de conflicto de civilizaciones, como decía
Huntington. Una civilización no está en conflicto con otra cuando tras ella se
amparan los intolerantes, fanáticos, criminales: empieza a estar en guerra
contra las cavernas porque desde ellas
quieren declararla.
Pero no caigamos en la trampa. No es Alá, ni Mahoma su
profeta, ni el Corán, quien arma los brazos de los asesinos. Culpar a una
religión, a unas creencias que predican en su origen el bien y la paz, de lo
que está ocurriendo, de todo eso cuyo último y más brutal exponente es el
atentado de este miércoles contra Charlie Hebdo, es un error. Hay que ir a
buscar a sus covachas a quien utilizan nombres sagrados para cometer sus
delitos, para intentar callar a quienes piensan diferente, para sojuzgar a
mujeres, a niños, a los más débiles.
Puede que el ministro español de Defensa tenga razón cuando
habla de que el yihadismo es cobarde y se dirige solamente contra los débiles.
Lo malo es que débiles somos todos cuando no podemos, ni queremos, ni debemos
dar una respuesta alejada del estado de derecho a quienes se comportan tan
brutalmente. Nosotros, claro está, no podemos callar ante el atentado
terrorista que ha sufrido el semanario satírico francés 'Charlie Hebdo' y que
ya fue conocido hace unos años por sus famosas y polémicas caricaturas del
profeta del Islam, Mahoma.
En su momento ya nos posicionamos hablando de este tipo de
publicaciones: ser satíricos no supone necesariamente ofender a nadie, y
siempre hay límites. Es cierto que en el caso de Mahoma, como ya ocurrió en la
prensa sueca años antes, los islámicos se sienten ofendidos al ver retratado a
su santo profeta, algo considerado como una gravísima falta para su religión.
En ningún caso puede servir para justificar a los salvajes que hacen todo esto.
La prensa en Europa, al igual que en otras partes del primer
mundo, vive y necesita de la libertad, sin restricciones, sin cortapisas más
allá de los límites que imponen los códigos civil y penal. Nos horrorizan la
censura y las presiones de los poderes políticos y económicos. ¿Qué decir
cuando se llega a los extremos intolerables de lo ocurrido en las últimas horas
en París?
Ya lo ha dicho también la Federación de Asociaciones de
Periodistas de España (FAPE) a través de su presidenta, Elsa González, quien condenó
con "su más enérgica repulsa" este atentado, considerando que este
tipo de ataques a medios y periodistas "siembran el miedo a ejercer un
periodismo libre". Y así es: nosotros opinamos que la gravedad de este
atentado es que quedará en el recuerdo como una seria advertencia de las
células islamistas de cara a ejercer la libertad de expresión y de opinión en
occidente sobre temas religiosos. Una coacción en toda regla. No la soportemos:
todos somos hoy Charlie. Ni un periodista debería hoy permanecer callado ante
la sangre inocente, heroicamente derramada por quienes sabían que estaban en
peligro por quienes ni por leyes ni por humanidad se detienen, pero continuaron
cumpliendo lo que creían su deber.
Nosotros somos periodistas críticos, y por tanto nos
solidarizamos con el 'Charlie Hebdo', sobre todo porque este atentado
trasciende al mundo de la prensa: cada vez son más y más graves los atentados
islamistas, de radicales y terroristas que quieren controlar y callar a los que
consideran 'infieles'. E 'infieles', para ellos, somos todos los que
conservamos un mínimo de honradez intelectual, de compasión en nuestras almas y
de solidaridad con la humanidad. Desde al ahora en boga 'Estado Islámico', a
cualquier otra célula que opera en Europa, el plan está siendo cada vez más
peligroso para nuestra cultura occidental. Casi hasta el punto de pensar que,
para estos asesinos profesionalizados, todo occidental será objetivo islamista
sólo por el hecho de no practicar la religión islámica ni considerarla oficial en
los respectivos Estados.
El ataque al 'Charlie Hebdo' es sólo un aviso. Y lo más
peligroso es pensar que incluso con medios policiales no se pudo evitar este
terrible suceso. Nos queda mucho por sufrir, pero sobre todo, mucho por luchar:
por nuestras libertades y por nuestros derechos. Al igual que defendimos en el
pasado estos derechos y libertades, toca volver a la faena. Ni un paso atrás.
Ojalá no haga falta ni una gota de sangre para cumplir estos buenos
propósitos...
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