Enrique Szewach | Lunes 22 de diciembre de 2014
En la primera página de la revista The Economist se podía
leer algo parecido a "fundada en 1846 para formar parte de las fuerzas de la
inteligencia que luchan a favor del
progreso, contra las fuerzas de
la ignorancia que tiran para atrás".
Parafraseando, se podría decir que el clima sobre el 2015
que predominó entre mis colegas y "no colegas" que formaron parte de la reunión
sobre perspectivas económicas que organiza PERFIL cada año, fue algo así como:
"un año cuyo destino se debatirá entre las fuerzas de las expectativas de un
próximo gobierno mejor, en su lucha contra las fuerzas de un gobierno dispuesto a profundizar las
distorsiones y problemas de estos años, con tal de aguantar sin tener que
realizar un ajuste de fondo".
Coincido, el destino del 2015 quedará signado por esta
batalla.
Quedó claro del primer bloque (Tetaz-Vasconcellos), que el gobierno trata de mantener el
escenario actual, con atraso cambiario, estos precios relativos, restricciones
cuantitativas, cuidando reservas y consiguiendo dólares de dónde pueda.
Es decir un escenario con recesión moderada, e inflación
"controlada", en base a una prolongación de la
política fiscal, monetaria y cambiaria, de estos meses.
Allí dos puntos a destacar, la visión de Tetaz sobre la
evolución del consumo, dependiendo de un dólar "quieto" y de negociaciones
paritarias tendientes a recuperar la pérdida de este año frente a la inflación,
y la idea de Vasconcellos de que mientras el mercado financiero va a empezar a
anticipar al gobierno "mejor" del 2016, el sector real de la economía seguirá
sufriendo, mientras no quede claro cuales serán los precios relativos futuros..
Mis propias dudas. ¿En qué medida paritarias "agresivas" son
compatibles con un escenario de inflación parecido al de estos meses?.
¿Qué predominará en las expectativas del mercado financiero,
el mejor gobierno que se viene, o la dureza de las medidas que tendrá que
tomar, una vez asumido, dada la herencia?(atraso cambiario, por ejemplo).
Metidos en la micro
regional y de las empresas, Schuster, Giacomini y Arrigoni, bajaron el
diagnóstico macro, con el mismo sesgo, el mantenimiento del escenario actual.
Problemas de
rentabilidad, nula inversión, algo de aumento del desempleo, y
esperanzas respecto que, entrados al 2016, estarán disponibles medidas para restablecer el crecimiento.
Allí, tres cuestiones.La advertencia de Schuster respecto de
una sociedad argentina que, en su mayoría, no es partidaria de una economía
capitalista de mercado, lo que limita la acción del próximo gobierno. El
llamado de Giacomini a una reforma tributaria en serio y su descripción de los
problemas regionales. Y, finalmente, la reflexión crítica de Arrigoni, contra
el dogmatismo, de cualquier signo y su invocación a una politica económica
pragmática, y su comentario respecto del surgimiento de ofertas de crédito
externo para las empresas ya ahora.
Los tres coincidieron, otra vez, con que la esperanza de un
nuevo gobierno, modera las decisiones de las empresas en materia de ajuste de
personal o cierres de plantas.
Mi agregado. ¿Como se reconvierte, rápidamente, un
empresario dedicado durante los últimos años más a sus relaciones con el
gobierno, que a su tarea de innovar y producir y conquistar mercados?.
En términos de financiamiento, el "exitoso" canje de días
pasados genera dudas sobre qué va a hacer el gobierno con los holdouts.
Allí aparece la visión de Secco, escéptico respecto de una
negociación, y la alternativa de Tombolini, sobre el "pragmatismo peronista de
la Presidenta" citando Club de París, o el caso Repsol y la reflexión de
Alvarez, en línea con el primer bloque, respecto que este gobierno se está
concentrando más en tratar de ganar tiempo financiero que en arreglar los
problemas de la economía real.
Agrego en síntesis.
El plan político del gobierno es llegar a fines del 2015
arriando la menor cantidad de banderas posibles y sin crisis "a la 2001".
En ese sentido, curiosamente, las expectativas sobre un
próximo gobierno mejor, juegan a favor para ayudarlo a aguantar.
Sin embargo, en la medida que aguantar implica profundizar
los problemas a futuro,, en especial el atraso cambiario, y que los argentinos preferimos pasar
dolarizados las elecciones (Secco dixit), el mayor riesgo es que la bomba que está armando ahora podría
explotarle antes de tiempo.
Veremos.
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