Enrique Szewach | Lunes 13 de octubre de 2014
Empiezo por el final. En la macroeconomía argentina de hoy,
la única devaluación que sirve es la última.
Me explico.
Una devaluación es "la última", cuando, a partir de ella,
las expectativas de devaluación en un horizonte de tiempo razonable bajan a
cero.
A partir de allí, las "leyes de la economía" funcionan con
cierta normalidad, los flujos financieros se regularizan, y el instrumento tasa
de interés resulta operativo.
Pasado al castellano antiguo, la última devaluación es
aquélla que genera ingreso de capitales
a ese precio del dólar, es decir que hace que las empresas y los particulares
tengan más ganas de "vender", que de "comprar" dólares.
Toda otra devaluación, no sirve, porque si bien, por un
rato, las expectativas de devaluación bajan a cero, no bajan por un lapso lo
suficientemente extenso, como para crear reacciones positivas de magnitud en el
ingreso de capitales a tasas de interés aceptables, para el desempeño de la
economía y el crédito.
Dicho esto, la pregunta inmediata es ¿Qué hace falta, para
que una devaluación sea percibida como la última?.
Básicamente, un programa que convenza a los ciudadanos y
empresas, que el nuevo tipo de cambio es consistente con la tasa de inflación
esperada, la que, a su vez, depende de las condiciones fiscales y monetarias.
Otra vez, traducido al castellano antiguo, para que una
devaluación sea percibida como la última, hace falta que las expectativas de
devaluación hacia adelante, sean compatibles con las expectativas de inflación,
y las tasas de interés tienen que poder arbitrar entre ambas expectativas.
Obviamente, las minidevaluaciones del año pasado, el salto devaluatorio de enero, y las
minidevaluaciones posteriores, no cumplen con las condiciones necesarias para
ser percibidas como "la última". Fueron/son devaluaciones sin programa.
En ese contexto, las expectativas de devaluación han
crecido, de la mano de las expectativas de inflación y de tasas de interés que
no arbitran. (La tasa de interés que "equilibra" las expectativas es tan alta
que resultaría insostenible).
Y las expectativas de inflación siguen altas, porque el
descontrol fiscal, financiado con emisión del Banco Central, se amplió en estos
meses.
No es de extrañar, entonces, que la brecha entre los dólares
"libres" y el dólar oficial, se haya ampliado a más del 70%.
Seguramente, esta es una brecha exagerada, al menos en el
corto plazo. Pero con una tasa de inflación en torno al 35/40% anual, tasa de
interés en pesos negativa, y la perspectiva de emisión monetaria futura y de
menor oferta de dólares por la caída de los precios de exportación de la
Argentina y la menor demanda brasileña, no es un número "descabellado" pensando
en el mediano plazo, en particular si, después de enero, o antes, con
intervención de un privado, no hay acuerdo para levantar el fallo adverso de la
justicia norteamericana.
El gobierno no quiere devaluar, y hace bien.
Sin un programa monetario y fiscal creíble, (y no lo tiene),
la devaluación no sería la última, duraría menos que la anterior, y sólo
generaría más descontrol inflacionario.
Por lo tanto, y como anticipáramos, está tratando de bajar
la brecha "a golpe de policía", obligando a los que puede obligar a que vendan
sus títulos en dólares y presionando a los que puede presionar, para que no
haya operaciones o no aumenten los precios en el blue.
Mientras tanto, busca administrar las reservas, tratando de
obtener "crédito comercial".
Es decir, pidiendo a las exportadoras que adelanten fondos a
la espera que los productores, finalmente, vendan su soja, y pidiéndole a los
importadores que consigan crédito de sus casas matrices, o sus proveedores, y
entregando reservas a cuenta gotas.
Es decir, está "pulseando" contra el mercado para
convencerlo, que si bien la devaluación que pasó no fue la última, tiene
dólares suficientes para "aguantar" sin devaluar.
El punto, entonces, es ¿Cuántos dólares son
suficientes,dados los pesos que "sobran" (y cada vez sobran más, y hay que
absorber más) y dados, como se dijo, la
caída del precio internacional de la soja, y el menor crecimiento de Brasil, o
el precio futuro del Real?
Obviamente, no tengo la respuesta. Y si bien hay algún
margen de maniobra, renovando parte de la deuda que vence y siguiendo con este
esquema de "forzar" oferta y postergar demanda, intuyo que, sin nueva deuda, la
"próxima" será difícil de evitar.
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