Enrique Szewach | Lunes 25 de agosto de 2014
Me sigue sorprendiendo la dificultad que tienen algunos
funcionarios y políticos en entender las relaciones causa efecto, de sus
decisiones y medidas.
Los otros días, la Presidenta de la Nación, en el
aniversario de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, instó a los empresarios a
desarrollar un "mercado de capitales propio". Consideró, en ese sentido, que
"estamos ante una gran oportunidad", dada la guerra que nos libran los mercados
de capitales ajenos.
Más allá del error de suponer que un mercado de capitales en
esta era global puede desarrollarse independiente del mundo, la invocación para
armar un mercado de capitales local, provino de la cabeza de un gobierno que ha
cometido varios "pecados capitales" que impiden el desarrollo de un mercado de
capitales mayor al que hoy tenemos.
En efecto, el primer pecado capital surge de la necesidad de
una moneda de largo plazo que permita
reflejar los costos de oportunidad de ahorrar. Un país con tasas de inflación
de dos dígitos, en torno al 30% anual, carece de tal moneda.
Se podría argumentar que, aún países con inflaciones
"elevadas" (para ese momento) como Chile de los 80 o Colombia, o Brasil,
lograron, de todas maneras, desarrollar un mercado de capitales local, con
cierto éxito.
Es verdad, pero lo hicieron "inventando" una moneda
indexada, ajustable por la tasa de inflación oficial. Y aquí entra el segundo
pecado capital de este gobierno, la destrucción del INDEC y del cálculo oficial
de los índices de precios.
Es más, dicha destrucción se hizo, precisamente, según el
relato oficial, "para no pagar más deuda, cada vez que sube el precio del
tomate".
Es decir, en lugar de proponer un índice alternativo de
ajustes de deuda, que no tomara en consideración algunos productos con saltos
estacionales, u otras formas alternativas de ajuste, se decidió "defaultear" parcialmente estos
bonos emitidos por este mismo gobierno, mintiendo en la tasa de inflación.
(Este fue el primer default selectivo de este gobierno).
El tercer pecado capital, se vincula con algo que planteó la
misma Presidenta en dicho discurso "traer el ahorro de los argentinos del
exterior".
Lo dijo la representante de un Gobierno que prohíbe
libremente girar divisas al exterior, o ahorrarlas localmente, y cuyas medidas
dieron lugar a un mercado múltiple de cambios, en dónde ingresar dólares del
exterior o de la caja de seguridad en el circuito oficial implica perder 50% de
poder de compra.
Finalmente, en este aspecto, se trata de un gobierno que
intentó la "pesificación forzada" del mercado inmobiliario. Que incluyó la
pesificación de las deudas en su proyecto de reforma al Código Civil y cuyo
jefe de Gabinete, en su carácter de Gobernador del Chaco, pesificó
unilateralmente, un pago de deuda pública de su Provincia que debía hacerse en
dólares. (¡Y pretenden que los acreedores acepten la legislación argentina!).
La Presidenta no está pidiendo que se desarrolle un mercado
de capitales local, está pidiendo...un milagro.
Y hablando de milagros, dos buenas noticias en esta semana
que pasó.
La primera, el cuasi unánime pronunciamiento de la oposición
en contra del proyecto oficial de violar la sentencia de la Justicia
norteamericana, en lugar de seguir negociando.
Esta actitud resulta clave, precisamente, para el futuro del
mercado de capitales en la Argentina.
CFK no tiene problemas con el aislamiento financiero internacional
del país. Tiene acceso a la máquina de imprimir pesos, y a las reservas que
quedan en el Banco Central (ayudadas o no por el Swap chino). Hasta diciembre
del 2015, con más inflación, menos actividad, menos empleo, es decir un poco
peor que ahora, llega.
El problema lo tendrán los que la sucedan, que tendrán que
reinsertar a la Argentina en el mercado global, financiero, comercial y de
inversiones.
En ese sentido, no es lo mismo ir a esa negociación con el
antecedente de haber votado la violación a lo determinado por la justicia
norteamericana, a la que nos sometimos voluntariamente, renunciando
explícitamente, a ciertos aspectos "soberanos", que haberse opuesto.
Palabras finales para otros "milagros" que pasaron algo desapercibidos. El primero, la legislatura
porteña, finalmente, votó la creación de un ente para evaluar la calidad
educativa en la ciudad. El segundo, la justicia obligó a tres "grafiteros" a
limpiar los vagones de subte que habían ensuciado.
TEMAS RELACIONADOS: