Enrique Szewach | Lunes 30 de junio de 2014
En el conflicto judicial con los holdouts a la Argentina le
sucede lo mismo que a Luis Suárez.
El problema no es que no
corresponda "un castigo", el problema es que la "sanción", en ambos
casos, fue exagerada.
El jugador uruguayo todavía puede apelar la sentencia del
tribunal de la FIFA. Por el contrario, la Argentina apeló y perdió.
Y no es Griesa. Después de Griesa hubo tres jueces de una
instancia superior que ratificaron el fallo. Y luego siete jueces de la Corte
Suprema de los Estados Unidos que le negaron a la Argentina la protección de la
Ley de Inmunidad Soberana.
Suponer que once jueces norteamericanos, incluyendo a siete
jueces de la Corte Suprema de los Estados Unidos, han conspirando contra la
Argentina es, como diría la Presidenta...too much.
Comparto, de todas maneras, que la interpretación que
hicieron los jueces de la forma que la Argentina le debe pagar a los bonistas
que no entraron al canje es, como mínimo, arbitraria, pero ahora, sólo queda cumplir
el fallo o aprovechar la oportunidad que nos da el sistema judicial
norteamericano para negociar un esquema de pagos aceptable para todos los
acreedores y pagable para los argentinos.
Antes de avanzar, permítanme aclarar un punto. La deuda
externa argentina no nació por generación espontánea. Es el resultado de una
acumulación de déficits fiscales.
En otras palabras, cuando se gasta más de lo que ingresa,
para financiarse se recurre a una mezcla de emisión de moneda (impuesto
inflacionario) y deuda.
Cuando la acumulación de deuda llega a un límite y la
sociedad rechaza un impuesto inflacionario creciente, se usan las reservas
acumuladas en el Banco Central.
Cuando éstas llegan a un nivel peligrosamente bajo, se entra
en crisis, devaluación, y default.
Esta es la "La ruta de la deuda": explosión de gasto público
por encima de los ingresos, inflación, emisión de deuda, uso de reservas,
crisis, default.
En ese sentido, aun antes del fallo de los once jueces, la
Argentina iba en camino del desastre.
Llevamos casi seis años consecutivos gastando más de lo que
ingresa (pese al récord de recaudación).
Como no pudimos emitir deuda, el financiamiento fue con
inflación y usando las reservas del Banco Central.
Una proyección de este escenario nos llevaba al default, o a
un nivel de reservas que no permitía un manejo razonable de la política
cambiaria y monetaria. Aún insisto, sin pagar la deuda de los buitres ya íbamos
al default.
En ese contexto, el gobierno decidió introducir el control
de cambios y racionar las importaciones. Luego devaluar y subir fuertemente la
tasa de interés. Todo esto, sin bajar el déficit, para llegar con reservas
suficientes a fines del 2015, sin un nuevo default.
Pero este "programa" era políticamente inviable porque es
recesivo y porque requiere seguir recaudando mucha inflación a través del IVA y
el Impuesto a las Ganancias.
La única manera de reactivar la economía, sin perder más
reservas, era conseguir nueva deuda.
Pero para ello hacía falta pagarle a
Repsol. Arreglar con el Club de París y cancelar juicios en el CIADI de
empresas norteamericanas, para que el gobierno norteamericano intercediera
sobre la Corte de Estados Unidos, para
que tomara el caso, o al menos lo pateara para adelante, hasta el momento en
que se pudiera dejar el tema como "herencia".
Pero el gobierno norteamericano "nos traicionó" y lo que iba
a ser bien entrado el año que viene, fue ahora.
Las alternativas son dos. Negociar un pago con bonos de
largo plazo para estos buitres y todos los que ya están en litigio (ya estaban,
no es que el fallo los "creó"), y retomar, entonces, el "programa de
endeudamiento" aunque ahora más limitado en dólares frescos por las emisiones que habría que hacer para la deuda
en default.
O, por el contrario, "culpar" a Griesa, al gobierno
norteamericano, a las corpo, etc. etc. de "impedirnos pagar como queremos",
iniciar una nueva gran batalla épica en La Haya, entrar en default con toda la
deuda y usar las reservas que íbamos a usar para pagar deuda, para reactivar la
economía y llegar al 2015 con una mejor economía.
Claramente, esto último es una fantasía, porque las
consecuencias del default serían mucho más recesivas, que los dólares que
podríamos gastar de las reservas para consumir.
Esperemos, con esperanza, entonces, estar ante una "genialidad negociadora" y no
ante una "ineptitud suicida".
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