Ernesto Sanz | Sábado 28 de junio de 2014
Cuando hace un mes y medio la Cámara Federal desestimó el
pedido de sobreseimiento que había presentado Amado Boudou, solicité
públicamente que el vicepresidente tomara licencia y se apartase de sus
responsabilidades institucionales hasta tanto resolviera su situación judicial.
Luego, hace poco más de un mes, con el llamado a indagatoria
insistimos en el pedido con un argumento más, la causa avanzaba, el
vicepresidente lucía comprometido y el Gobierno hacía oídos sordos.
Hoy, no hay tiempo para dilaciones. No lo necesita el
vicepresidente, lo necesita el país: Boudou debe tomar licencia y lo debe hacer
de manera urgente para priorizar la salud de las instituciones de la República.
Hay una investigación firme, que tuvo un llamado a
indagatoria y ahora un procesamiento. Hay hechos incomprensibles desde la ética
pública y un cúmulo de situaciones confusas y poco transparentes. Que Boudou
tome licencia le hará bien al país, a la Justicia en particular e incluso a su
propio Gobierno.
Vivimos en un país con estado de derecho y en nuestra
sociedad rige la presunción de inocencia, para el más rico y para el más pobre,
para el más poderoso y para más ignoto de los ciudadanos. Eso es igualdad ante
la ley y Boudou debe ser ante la Justicia un ciudadano más.
El vicepresidente tendrá las mismas garantías que cualquier
ciudadano, pero también debe someterse a la justicia salvaguardando la
integridad del Estado y permitiendo que las instituciones sigan su normal
desenvolvimiento más allá de la causa judicial que lo involucra personalmente.
Siempre he evitado pedir renuncias públicas, soy respetuoso
de la voluntad popular, pero también creo que debemos priorizar a una sociedad
de 42 millones de personas que no merecen estar pendientes del destino de una
persona; ante esta situación la licencia es el mejor camino.
En estos momentos el país se halla en situaciones
importantes en dos frentes. Por un lado, ante el mundo, con la resolución de la
deuda con acreedores que no ingresaron al canje. Por otro, para con nuestra
propia sociedad. Los argentinos tenemos claro que un futuro de progreso
requiere transparencia pública, funcionarios creíbles y un Estado que cree
confianza.
Este caso no es un caso más, no es una investigación más que
afecta al poder. Es la oportunidad para demostrar que en Argentina hay una
reserva moral y ética, hay límites y hay valores vigentes. Debemos mostrarle al
mundo, pero principalmente a nosotros mismos, que cuidamos a la República por
sobre las individualidades, que protegemos al país por sobre los gobiernos y
que priorizamos la reputación de Argentina por sobre la de un funcionario.
Argentina tiene enormes desafíos por delante, hay materias
pendientes, una educación deteriorada, una economía golpeada y una sociedad
defraudada, no podemos permitir que esta situación desacredite aún más a la
República, y nos quite de la vista lo único que debe ocuparnos, el progreso del
país.
Por eso, poniendo al país por delante de las personas y a la
transparencia pública por encima de cualquier sospecha, el vicepresidente debe
pedir licencia y dejar que la Justicia, sin presiones, cuestionamientos
innecesarios y condicionamientos ilegítimos, haga lo que todos deseamos,
Justicia.
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