Javier Fernández Arribas | Viernes 20 de junio de 2014
En coche descubierto por las calles de Madrid. El rey Felipe
VI quiere contacto con los ciudadanos, no se esconde y busca la cercanía con
aquellos españoles que valoran el trabajo realizado por la Corona en el
progreso y la democracia de España y, sobre todo, con los desafectos que han
perdido la confianza en la jefatura del Estado por el caso Urdangarin, tan
desafortunado como lesivo para la institución. Es cierto que este traspiés en
la familia real coincide con una situación cargada de corrupciones inaceptables
que afectan tanto al PP como al PSOE y que contaminan la credibilidad de las
instituciones democráticas.
El discurso de Felipe VI en el Congreso, en el acto de su
proclamación como Rey de España, ha sido impecable, magnífico podríamos decir
porque ha respondido a todas las exigencias que se podían plantear desde
cualquier posición política y sin rebasar los límites que impone la
Constitución a las competencias del Rey. Parados, nacionalistas, cabreados,
incrédulos y todo aquel que no rechazara el discurso antes de escucharlo tienen
argumentos para pensar.
Las líneas de pensamiento, convicciones democráticas,
problemas e inquietudes generales se han plasmado en un discurso pronunciado
con soltura, firmeza, convicción y solvencia para transmitir una clara
sensación de capacidad y compromiso con la renovación que necesita la clase
dirigente de España. Monarquía renovada para un tiempo nuevo, es la frase que
ha repetido y que resume sus intenciones integradoras y modernizadoras que pasan
por la unidad que no uniformidad de España, unida y diversa donde caben todos,
la solidaridad con los parados, la defensa de los intereses generales, la
necesidad de la educación y la innovación y, lo que muchos han destacado
inmediatamente, la ejemplaridad del comportamiento de los miembros de la
Corona: íntegra, honesta y transparente, para que los ciudadanos estén
orgullosos de su Rey. Hay otros muchos argumentos políticos importantes pero
tratamos de destacar aquellos detalles que acercan la Monarquía Parlamentaria a
los ciudadanos a los que sirve y que hoy ha comenzado una etapa renovada y a
pecho descubierto. No sólo hay que destacar su recorrido en coche descubierto,
a pesar de los riesgos de seguridad que supone un trayecto de estas características,
también resalta la naturalidad de sus movimientos y los de su familia, con
mucho cariño hacia sus hijas Leonor y Sofía, y el esfuerzo en un día crucial
para sus vidas.
Otro de los aspectos claves es el respeto hacia su padre,
hacia su madre, con muestras públicas de cariño y besos, y el contacto con
centenares de representantes de la sociedad española que acudieron a la
recepción ofrecida en el Palacio Real. Los que estuvimos en los salones y en
los pasillos del Palacio esperando la oportunidad de mostrar al nuevo Rey
nuestro reconocimiento y lealtad, comentábamos el contenido de su discurso y,
lo que es un síntoma fundamental de valoración, todos presumíamos de una buena
relación con el nuevo Rey. Mucho calor, larga espera, pero nadie renunció a hacer
la cola correspondiente, nunca antes tanto poder de todos los sectores de la
sociedad española, espero y sudó tanto con tal de apretar la mano y saludar a
los nuevos reyes de España.
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