Javier Fernández Arribas | Miércoles 18 de junio de 2014
Vivimos un momento nuevo en España donde la renovación de
las nuevas generaciones se abre el lógico camino para afrontar los desafíos que
tiene por delante una sociedad como la española, encuadrada en una Europa
decadente pero con una enorme proyección en América Latina, África y el mundo
árabe. Se avecinan tiempos mejores gracias al esfuerzo y al trabajo de todos
los ciudadanos guiados por una Monarquía Parlamentaria que ha hecho posible una
complicada transición democrática y por una clase política, con luces y sombras
en todos los partidos, que navega desde hace tiempo por las procelosas aguas de
una crisis económica y financiera que ha puesto al descubierto parte de sus
carencias, sus egoísmos, sus
corrupciones y muchas incapacidades
creando una preocupante desafección entre los ciudadanos.
Sin embargo, asistimos a un cambio en la Jefatura del Estado
con total garantía de futuro, estabilidad, compromiso, preparación y dedicación
a la tarea que confiere la Constitución al nuevo Rey Felipe VI y que debe tener
un fiel y eficaz apoyo en los partidos políticos para superar los graves
problemas que sufre España desde hace demasiados años y, lo que puede ser más
inquietante, los retos que se plantean desde posiciones partidistas y
personales, sin tener en cuenta los intereses de todos. Hay que insistir en que
se ha recorrido un camino, con éxitos y fracasos, que permite unas condiciones
de vida en paz y en libertad, en democracia y bienestar, que no tienen parangón
en la historia de España.
Por supuesto que los millones de parados y los casos de
corrupción representan una losa muy pesada que hay que eliminar, pero para
poder hacerlo hay que sosegar el debate, exigir sentido común y de Estado,
categoría política y una convicción y firmeza que transmita a los ciudadanos
seguridad y credibilidad para poder recuperar algo tan valioso como la
confianza. El ejemplo del nuevo Rey será determinante, al igual que el de los
dos principales partidos políticos que deben conjurarse para solucionar los
problemas de los ciudadanos y no anteponer sus estrategias particulares. El
diagnóstico está claro desde hace mucho tiempo, hace falta que se pongan en
marchas las recetas imprescindibles para comenzar a sanar lo que se ha
deteriorado. Son muchos los aspectos que
hay que abordar, también que cada uno de nosotros tiene que colaborar, es cosa
de todos.
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