José Méndez La Fuente | Lunes 16 de junio de 2014
La reciente abdicación del Rey Juan Carlos I, ha
abierto nuevamente la polémica sobre la monarquía, un asunto que tiene dividida
a la opinión pública española.
Aunque la vigente Constitución de España regula el
tema de la sucesión y que en caso de
renuncia, muerte o abdicación, la continuidad real está garantizada, hay
quienes han visto en esta dimisión de Juan Carlos I la coyuntura ideal para poner
en el tapete la necesidad de un referéndum que permita a los españoles escoger
entre monarquía o república.
Lo cierto del
caso es que la coyuntura se presta, pues la imagen de la monarquía se ha visto
afectada debido a una serie de
escándalos protagonizados por los miembros
de la familia real; especialmente el caso
de corrupción en el que está involucrado el yerno del Rey y que salpica a su
hija la infanta Cristina. También le hicieron daño a la institución, las
fotografías del ´propio Juan Carlos I en una cacería de elefantes en Botsuana en
el 2012. No obstante, la monarquía era hasta no hace mucho, según las encuestas
publicadas por el oficial Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la
institución mejor valorada por los españoles.
Las críticas a la monarquía son tan rancias como la institución
misma, y los argumentos de los españoles de hoy, así como de los dirigentes
políticos que la rechazan, básicamente la denominada izquierda plural y los
partidos nacionalistas, son los mismos
de hace un siglo; oponiendo siempre a la Monarquía, una forma hereditaria de
gobierno, la República, como la mejor expresión de la democracia,
Pero en la España actual, con unas instituciones
políticas en crisis, un gobierno debilitado y una oposición política
encabezada por un PSOE comprometido
y desgastado, en plena reconstrucción de su dirigencia, no debemos esperar un debate entre monárquicos
y republicanos, al menos no en los términos de antaño, sino más bien una
rebatiña entre los otros partidos de
izquierda, incluidos los nacionalistas catalanes y vascos, por tomar
iniciativas, aprovechando la coyuntura
del momento, para crecer en
popularidad y llevarse el liderazgo del republicanismo en las encuestas.
El término monarquía no puede ser entendido hoy en
día como el gobierno de reyes absolutistas
y personalistas, ungidos por la gracia de Dios, tal cual sucedía en el pasado. En los últimos siete siglos
algunas cosas ocurrieron, y mientras que en la Francia del XVII alcanzaba su
expresión más absoluta en aquella célebre frase de Luis XIV "el Estado soy yo", del otro lado
del Canal, los ingleses le encontraban un sitio perfecto al monarca como Jefe
de Estado. "El Rey reina pero no gobierna",
principio político que define al parlamentarismo británico, en el que,
no obstante, la figura de la Reina cumple un papel fundamental en el mantenimiento de la unidad del Reino
Unido. En la vieja Europa, las
monarquías han dejado de serlo hace tiempo, para convertirse en símbolos e
instituciones decorativas que
representan la tradición.
Y fue eso lo que trató de dejar en claro con su
intervención en el Congreso de los Diputados,
la líder del partido Unión Progreso y Democracia, cuando se
votó la Ley de Abdicación hace unos días, al tachar el referendo propuesto por
algunas toldas políticas de ilegal y
calificarlo de fraude, pues no se puede elegir entre República como epíteto de
la democracia y Monarquía como sinónimo de lo contrario, cuando la verdad es
que una república, por el simple hecho de serlo, no es más democrática que una
monarquía parlamentaria como la española o la inglesa. La parlamentaria lanzo
al aire la pregunta de si a aquellos que defienden
dicha consulta "les parecen sistemas democráticos y justos los de "la República
de Corea del Norte, o la República de Irán, o Cuba, o la Bolivariana de
Venezuela"; para después comparar "Les parece que esos sistemas son más
progresistas y más justos que las monarquías que funcionan en Suecia, Noruega,
Dinamarca o el Reino Unido".
La
intervención de la diputada Diez fue criticada por varios parlamentarios de
izquierda, quienes la tildaron de ignorante por haber calificado de
"republicas" a Corea del Norte e Irán, cuando en realidad son sistemas políticos con un partido único y
gobiernos dictatoriales, que por la forma de transmitirse el poder, varias
generaciones de padre a hijo en el caso de Corea, y yo añadiría que también
entre hermanos en el de Cuba, son monarquías de facto. No obstante la
crítica, la comparación de las monarquías parlamentarias europeas con Cuba y
Venezuela fue más que acertada y nadie, hasta ahora, ha intentado desmentirla.
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