Fernando Jáuregui | Lunes 26 de mayo de 2014
Durante muchos años, como mirón profesional, he seguido los
vaivenes del PSOE; nunca había visto algo semejante a lo que ahora ocurre en
este espectro del arco político, ni siquiera cuando Felipe González decidió
abandonar el marxismo. La izquierda recula en muchos puntos de Europa: en
Francia, en Gran Bretaña, en Alemania. Globalmente, la derecha ha ganado las
elecciones al Parlamento Europeo. En España, la izquierda se fragmenta,
haciendo peligrar la continuidad del PSOE, tal y como ahora lo conocemos: Pablo
Iglesias lo fundó, y otro Pablo Iglesias hace que se tambalee. El error ha
sido, tal vez, más que de rostros, de conceptos: no se trata de situarse más
allá de los planteamientos de Izquierda Unida, de los de los 'indignados' y de
los de 'Podemos'. Y mucho menos de bascular, a continuación hacia posiciones más
a la derecha, desorientando totalmente al electorado.
Se trata, más bien,
de ocupar unas posiciones de centro-izquierda, de moderación crítica y de
propuestas constructivas. Porque la izquierda 'pura' (y dura) ya está ocupada
por otros, y es precisamente en ese centro-izquierda, abandonado -o nunca
ocupado-- por el Partido Popular, y solo
ocasionalmente pisado por los socialistas, donde se sitúa el hueco que
los electores sin duda añoran.
Creo que el sitio del PSOE está en zonas templadas, en hacer
propuestas que resulten simpáticas a la sociedad, en hacer tabla rasa de
ciertos pasados. Lo tendrán que entender todos los candidatos que compitan en
las primarias, ahora aceleradamente puestas en marcha y de las que se apea
Rubalcaba: nada de competiciones para ver quién tira la piedra más lejos de la
realidad -o más cerca del emergente 'Podemos'-- que nadie. De cómo salga este
proceso, verdaderamente estimulante por otra parte, de las elecciones primarias
dependerá ni más ni menos que el futuro de un partido con ciento treinta y
cinco años de historia, muchos episodios heroicos -y alguno lamentable-en su
trayectoria y una misión equilibradora de la política española que no se puede
tirar por la borda así, sin más.
Lo sabía, lo sabe, Alfredo Pérez Rubalcaba, que acaba de
convocar un congreso extraordinario para el mes de julio, que será cuando él
acabe definitvamente su mandato en el PSOE. Muchas veces he escrito, bastante
antes de la debacle de este domingo, que no se presentaría a las primarias. Ha
significado la puesta en marcha de la renovación interna en su partido, pero a
él no le toca hacerla. Hay figuras muy estimables en el PSOE, comenzando por la
presidenta de la Junta andaluza, Susana Díaz, y por varios de los candidatos
'in pectore' a las primarias, que pueden encabezar la marcha hacia el futuro:
Madina, Patxi López y algún que otro 'tapado' que pueda surgir son figuras muy
estimables. No pienso lo mismo de Carme Chacón, que, quitándose del medio en
estos meses de zozobra, se ha hecho un flaco favor a sí misma y a sus
posibilidades. Su oportunismo pidiendo, antes de la comparecencia de Rubalcaba,
el adelantamiento de unas primarias que ella cree, falsamente, que va a poder
ganar, también la definen: no es ese el estilo que debe imperar en el 'nuevo'
PSOE.
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