Enrique Szewach | Lunes 05 de mayo de 2014
A estas alturas, nadie discute, ni siquiera el gobierno, que
la economía argentina necesita ajustar todo lo que se ha desajustado en los
últimos años.
Porque, aunque sea una trivialidad, cabe recordar que si la
Argentina necesita hoy modificar fuertemente su política económica, es por los
resultados de su mala política económica anterior, y no por un "shock externo"
que haya cambiado las condiciones predominantes en los últimos años.
Al respecto sólo tres datos, la soja sigue valiendo en el
mercado internacional, por encima de los 400 dólares, la tasa de interés internacional de largo
plazo sigue siendo la más baja en mucho tiempo,
y los flujos de capitales, más allá del "susto" de mediados del año
pasado, están retornando a los mercados emergentes y en especial a los
"marginales", como el nuestro, en el marco de la expectativa en torno a que la política monetaria de los
Estados Unidos no cambiará sustancialmente, al menos durante los próximos
meses.
Retomando, entonces, el gobierno se enfrenta a la necesidad
de arreglar todo lo malo que ha hecho en estos años, cuyas consecuencias están
a la vista.
Para ello, el Banco Central modificó drásticamente su
política monetaria, con un salto en el tipo de cambio, y pasando a una tasa de
interés más cercana a la tasa de inflación esperada.
Y se solucionó el conflicto por la expropiación de parte de
las acciones que Repsol tiene en YPF de manera de "matar dos pájaros de un
tiro", por un lado conseguir parte del financiamiento que la petrolera necesita
para su plan de inversiones (el resto se obtiene actualizando el precio de las
naftas y obligando a inversores institucionales locales a comprar bonos de deuda
en pesos emitidos por dicha empresa) y, por el otro, incrementar las reservas
del Banco Central, dado que los dólares que obtiene YPF en el mercado
internacional, sea cómo deuda, sea como aporte de sus socios en áreas de
explotación, se los tiene que vender al Banco Central.
En otras palabras, hemos retomado el endeudamiento, tanto
por los bonos que emite YPF, como por los 5000 millones de dólares que se
emitieron para pagarle a Repsol. (Los primeros engrosan las reservas en el
corto plazo, y los segundos, serán parte de la "herencia").
Es decir, el cambio más importante de política económica fue
la política monetaria y de endeudamiento.
Es cierto que también se han empezado a modificar los
precios subsidiados de los servicios públicos pero, hasta ahora, estos fuertes
aumentos, ni siquiera compensan los incrementos de los subsidios de este año,
derivados del aumento del dólar oficial,
dado que los precios de la energía están directa o indirectamente dolarizados,
por lo que hay que importar y por lo que hay que remunerar a los productores
locales para que no siga cayendo la producción.
La política monetaria se ha quedado "sola en la madrugada"
para lidiar con los desajustes acumulados. Obviamente, a menos que se consiga
mucho más endeudamiento externo, este tipo de ajuste es más costoso y
peligroso.
Más costoso, porque la calma cambiaria y la desaceleración
de la tasa de inflación, de estos meses, se ha logrado a costa de crecimiento
cero del crédito al sector privado, y fuerte caída del salario, las
jubilaciones y los subsidios directos, en términos reales. En otras palabras, el sector público sigue
tan desajustado como antes, sólo que ahora se financia recaudando más impuesto
inflacionario "neto" (caída en términos reales de salarios, jubilaciones, y
planes sociales) y colocando deuda interna de corto plazo, a través del Banco
Central, desplazando el crédito al sector privado. El resultado: una fuerte
caída de la actividad.
El próximo bimestre podría ser algo mejor, teniendo en
cuenta que se pagarán parte de los aumentos salariales acordados en
paritarias, que la recaudación
impositiva es estacionalmente alta, lo que permite colocar menos deuda por
parte del Banco Central y "liberar" fondos para el crédito al sector privado.
Sin embargo, en la medida que esto sea "todo el ajuste",
pasada la estacionalidad de la recaudación impositiva, y el efecto cosecha,
paritarias, lo único que quedará disponible es más deuda interna, más impuesto inflacionario (¿Ajuste de un
salto o gradual del tipo de cambio?) o más endeudamiento.
Tres peligrosos caminos. Los primeros dos, porque pueden
resultar explosivos. Y el tercero, porque es acumular más "herencia".
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