Enrique Szewach | Jueves 24 de abril de 2014
Como dice Rubens Ricupero, ex Ministro de Finanzas de
Brasil, "se puede dudar si Dilma es
amiga del mercado, pero no hay duda que el mercado no es amigo de Dilma".
Parafraseando al amigo Rubens y concentrando la pregunta en
los mercados de capitales "Se puede dudar si Cristina es amiga del mercado, lo
que es seguro, sin embargo, es que los mercados sí son amigos de Cristina".
Puesto de otra manera, el mercado no quiere a Dilma, porque
hay grandes probabilidades de que Dilma se quede. El mercado la quiere a Cristina porque sabe
que se va.
En términos de rentabilidades. Prestarle a Brasil no es
rentable porque se presta a tasa de "Dilma hoy", pero el riesgo es "Dilma
mañana".
En cambio prestarle a la Argentina es rentable, porque se
presta a tasas de "Cristina hoy", pero el riesgo es "no Cristina mañana".
Pero más allá de amistades o enemistades, la pregunta de
fondo, no es qué le conviene al mercado, si no que les conviene a Brasil o a la
Argentina.
En ese sentido, los intereses de Dilma y Cristina, están
"desalineados" con los de sus respectivos países y sociedades.
En efecto, el interés de Dilma es la reelección, en ese
camino, lo ideal, obviamente, es tener a los votantes contentos, lo que
implica, aumentar el gasto público, mantener una política monetaria blanda,
impulsar una suba del salario real, etc. Sin embargo, este no es el mejor
camino para Brasil.
En primer lugar, porque ya el esquema de incentivar
artificialmente el consumo en desmedro de la inversión, está llegando a su "techo de cantidades" y
empieza a ajustar sólo por precios.
En segundo lugar, porque también, por razones locales y
globales, los flujos de fondos para financiar el déficit de cuenta corriente de
Brasil, han llegado a su techo y,
justamente, por la "enemistad" comentada, es probable que, a medida que se
acerquen las elecciones, los flujos disminuyan y se vuelvan negativos.
Por supuesto, que la alternativa es usar parte de las
cuantiosas reservas internacionales del Banco Central, para mantener el clima
de fiesta, como ya pasó en la Argentina, antes de las elecciones del 2011.
Pero demorar el ajuste usando las reservas internacionales
es bueno para Dilma, pero es malo para Brasil y obligará a un trabajo más duro
en su segundo mandato, si lo consigue, o dejará una "pesada herencia" (que se
suma a la estructural) a su eventual sucesor, cuyas chances aumentan, (sea
quién fuere) si el intento por
"prolongar la felicidad de los votantes" no se frustra antes, por las presiones
inflacionarias que, en una economía menos indexada salarialmente, que la
Argentina, provoca rápidas caídas de popularidad del oficialismo.
En cuanto a Cristina, ya comprobó que se enfrenta al dilema
de mantener las reservas y el control nominal de las variables a una tasa de
inflación alta pero relativamente "estable", a costa del nivel de actividad y
la caída del salario real.
En principio, al no participar de la elección, tiene menos
presiones que su amiga brasileña. Sin embargo, su necesidad de conservar una
"masa crítica" de poder, para garantizarse un futuro tranquilo, le genera
tensiones en sus decisiones de política económica.
Como no tiene las reservas que sí tiene Dilma, la única
alternativa para no enfrentar este dilema es aprovechar la amistad del mercado
y volver al endeudamiento.
Esta posibilidad, como ya mencioné, muy rentable, en
principio, para los mercados, es lo peor que le puede pasar al país.
Todo endeudamiento hoy, es postergar el ajuste, no es
solucionar los problemas.
De manera que, a cualquier sucesor, lo dejaría con la
necesidad del ajuste y con menos posibilidad de emitir deuda para lo que hace
falta, infraestructura y energía.
Lo mejor para el país, no es lo mejor para Cristina. Y aquí
aparece también el dilema del PJ. Necesita que Cristina haga más trabajo sucio
y deje menos para después, pero también necesita que ese trabajo sucio no le
"arruine la marca" y las posibilidades de ganar la elección.
En síntesis, Dilma enfrentada al dilema que Cristina
resolvió mal en el camino a las elecciones del 2011 y que ahora la Argentina está pagando con
creces.
Y Cristina enfrentada a su propio dilema, ajustar y
aguantar, o buscar la amistad del mercado de capitales, y sumarle a la pesada
herencia que dejará, más ajuste y más deuda.
Las dos se enfrentan a la necesidad de elegir entre seguir
siendo "políticas" o recibirse, algo tardíamente, de "Presidentas".
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