Enrique Szewach | Lunes 03 de marzo de 2014
Hace unos cuantos años, el slogan de una marca de
televisores era "caro pero el mejor". Un refrán mucho más antiguo, expresaba
una idea similar: "lo barato sale caro".
Lo que está sucediendo en los últimos tiempos en la economía
Argentina, quizás resulte un buen ejemplo de aquella idea.
Veamos.
La política de mantener "baratos" los precios de los
servicios públicos, nos está saliendo muy caro. Y en varias dimensiones. La
primera, ha sido el brutal ajuste por calidad de estos años, con deterioro del
servicio, falta de actualización tecnológica, sospechas de corrupción y,
desgraciadamente, en el caso del transporte ferroviario, con pérdidas de vidas
humanas.
La segunda dimensión se vincula con el hecho de que el
sistema de subsidios indiscriminados financiados por el Banco Central, tiene
costos inflacionarios y, como consecuencia, costos también en materia de
distribución del ingreso, en dónde los sectores de más bajos recursos le pagan parte del servicio al resto de la
sociedad y, en muchos casos, sin siquiera recibirlo ellos.
La tercera dimensión, no menor, con vistas al futuro, es que
este sistema de precios de los servicios públicos, significó la ruptura de los
contratos de concesiones y la dilación por más de una década de una
renegociación integral de los mismos, en el marco de una "emergencia económica"
surgida en el año 2002, y renovada en el Congreso argentino por todos estos
años.
Esto implicó, en varios casos, una expropiación indirecta,
de empresas extranjeras que aún hoy se dirimen en juicios varios, algunos ya
pagados por el Estado argentino. Esto significa que la "normalización" del
esquema de provisión de servicios públicos, no sólo deberá contemplar los
verdaderos precios de brindar el servicio, en condiciones aceptables de
calidad, si no que, además, habrá que encontrar una fórmula para atraer las
inversiones necesarias para cerrar la brecha surgida en estos años. Con
semejante antecedente, no será fácil y será más caro. Porque cualquier proveedor
del servicio, sea local o internacional, le cargará a su precio, el costo de
operar en un entorno con los antecedentes de la Argentina. Y si la decisión es
que la inversión la haga el sector público, le recuerdo que, en la práctica,
eso es lo que ya está sucediendo. Que ya lo vivimos, con muy malos resultados
en el pasado y que los montos que habrá que invertir son de tal magnitud que
obligarían al Estado a endeudarse, de manera que el sobre costo que, en teoría,
nos estaríamos ahorrando, "estatizando" las concesiones, lo pagaríamos de más
en el endeudamiento.
Otro ejemplo evidente de la mala política de lo "barato", ha
sido la ya tristemente célebre defensa de la mesa de los argentinos.
Tener carne barata, trigo barato, naftas baratas, nos ha durado
un tiempo, el necesario, para que cayera la oferta de dichos bienes, dado que
nadie está dispuesto a producir a pérdida si puede evitarlo, al menos no por un
tiempo prolongado.
El resultado es que todo lo que fue barato en nuestra mesa,
ahora sale caro y lo que no sale tan caro, ajustó por calidad.
En ese marco, no queda más remedio que reconocer lo los
verdaderos precios y, esperar una recomposición de la oferta que, seguramente,
llevará más tiempo y será más costosa, dado que tendrá incorporado el intervencionismo
del pasado reciente.
Por último, tenemos el ejemplo "en carne viva" de la
expropiación de YPF.
El gobierno, apoyado por la mayoría de los políticos del
arco opositor, resolvió quedarse con una parte del paquete accionario de
Repsol, bajo el pretexto de la falta de inversión y vaciamiento que se estaba
haciendo de la empresa petrolera argentina.
Sin embargo, todo eso se hizo con directores y socios
argentinos, y bajo un marco legal y contractual, no sólo aprobado por el
gobierno, si no, apadrinado por éste.
Ahora, al momento de pagar por dichas acciones, ignoramos si
estamos haciendo el "negocio del siglo" o el "regalo del siglo".
Lo que sí sabemos es que vamos a pagar en cuotas a una tasa
de interés que, en el mejor de los casos, duplica la que se hubiera pagado en
una negociación "civilizada" y, en el peor, la cuadriplica.
Y, dado lo sucedido, la tasa de retorno de cualquier
proyecto de asociación con YPF, en el futuro, será mayor y terminará reduciendo
la remuneración del trabajo argentino.
La sabiduría popular, pocas veces se equivoca.
Efectivamente, lo barato nos está saliendo muy caro.
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