Ernesto Sanz | Sábado 01 de marzo de 2014
Uno de los acontecimientos más significativos de los ritos
democráticos en nuestro país es el discurso de apertura de sesiones ordinarias.
Es un logro de todos que ese ritual no se interrumpa, que la democracia sumando
años y que los argentinos mejoren su calidad de vida.
Si bien estamos acostumbrados a que la Presidente aturda con
números y hable de datos propios de realidades distintas a la nuestra, como
nunca antes la Presidente Cristina Fernández de Kirchner negó la realidad y
negó también los serios problemas que enfrenta la Argentina.
No habló de la inflación. No habló de la inseguridad. No
habló de cómo frenar la caída del empleo. No habló del desastre de la calidad
educativa.
Tampoco habló de los apagones. No habló de los
levantamientos de las policías provinciales. No habló de los saqueos y los
muertos. Tampoco habló de los tremendos casos de corrupción en los que están
implicados gran parte de sus funcionarios más importantes.
No habló de cómo se va a enfrentar al narcotráfico, ni de
cómo piensa desarmar las redes narcos que tienen connivencia con el Estado.
Cuando habló de trenes dijo que "se hicieron inversiones muy
importantes" (los resultados están a la vista: la plata no fue a los trenes)
pero no dijo ni una palabra sobre la tragedia de Once, ni acompañó con palabras
de reconocimiento o acompañamiento a las víctimas.
Cuando habló de ciencia y tecnología no dijo que Argentina
tiene de las inversiones en equipamiento por investigador más bajo de América
Latina. Tampoco dijo qué políticas va a desarrollar para frenar el cierre de
empresas: durante el último año cerraron más empresas de las que se crearon. Un
dato clarísimo del mal estado de la economía, y de cómo el kirchnerismo castiga
a los emprendedores.
El discurso fue una manifestación de lo que es el
kirchnerismo: la Presidente no hizo ninguna referencia al futuro. Para el
gobierno no existe la dimensión de futuro. Hablan mucho del pasado, algo del
presente, y nada de todo lo bueno que debería ser el país.
En un discurso confuso, caótico y desordenado la Presidente
sí habló de nuestro partido, la Unión Cívica Radical. Dijo que ella había
aprendido del radicalismo el valor de la democracia. A eso le contestamos: hace
bien, pero aprendió poco. La democracia es el ritual electoral pero mucho más
que eso, es vida democrática. Todos saben que somos la vida y la paz. Siempre
lo fuimos, y en todas partes. Pero también somos libertad, educación,
pluralidad, respeto al que piensa distinto, tolerancia, justicia independiente,
salud, la aspiración de que el bienestar tiene que ser para todos, de que lo
más importante es que haya un buen futuro. Somos la honestidad y la decencia en
el ejercicio de la función pública. Ojalá aprendan más de nosotros.
Esperamos que la Presidente recapacite y encare de una buena
vez la búsqueda de soluciones a los problemas que su propio gobierno generó.
Ernesto Sanz
Presidente
Comité Nacional
Unión Cívica Radical
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