Enrique Szewach | Lunes 10 de febrero de 2014
Sobre el final de la semana que pasó, el gobierno logró
"domar", al menos transitoriamente, al mercado cambiario.
Para semejante "éxito", tuvo que impulsar o "ser víctima"
(depende del discurso de cada día), una suba en torno al 20% en un mes del
precio de las distintas variantes de dólares a las que se puede acceder, y
sacrificar el 10% de las reservas del Banco Central.
Un incremento del precio del dólar del 20% en un mes, del
58% en un año, o del 30 % desde el cambio de gabinete a finales de noviembre
pasado, (medido en el dólar oficial) en cualquier país del mundo, sería
considerado una bruta erosión del poder de compra de la moneda local.
Y si dicho país hubiera estado bajo un acuerdo con el FMI,
estaríamos frente a la típica "devaluación recesiva".
En la Argentina, sin embargo, las palabras "ajuste" y
"devaluación", han sido reemplazadas por eufemismos diversos.
Pero lo cierto es que, más allá del relato, hemos asistido,
en estos días, a un típico esquema "ortodoxo" de devaluación, absorción de
pesos por parte del Banco Central y suba
de la tasa de interés, con el objetivo central de defender las reservas del
Banco Central, hasta que lleguen los salvadores dólares de la cosecha.
Sin embargo, como el "dólar de convergencia" en torno a los
8 pesos y una tasa del 25-30% resultan insuficientes para corregir el desorden
macroeconómico de los últimos años, esta "ortodoxia fondomonetarista" ha sido
complementada con fuertes restricciones al pago de importaciones, y la
obligación para las entidades financieras de vender parte de su tenencia de
activos en dólares o dolarizados, más negociaciones con las grandes
comercializadoras de productos agrícolas, para que adelanten parte de los fondos
que deberían ingresar a partir de abril.
Todo esto "mechado" con amenazas, acusaciones ridículas,
discursos contradictorios, etc. etc.
En otras palabras, hemos asistido a un semiajuste ortodoxo,
complementado con un semiajuste intervencionista K.
Pero toda esta mezcla de instrumentos es, por ahora, la
salsa, la guarnición del plato macro.
Falta, en lenguaje tenístico, "consolidar el quiebre"
ganando el saque.
Falta que las paritarias confirmen la licuación del gasto
salarial y el valor de los salarios en dólares.
Y falta, sobre todo,
reducir el monto a emitir para financiar el gasto público del año.
Porque ahora, el exceso de pesos generado por el
financiamiento del gasto público de fines del año pasado está siendo retirado
colocando deuda del Banco Central a tasas crecientes.
Es como financiar el gasto con deuda, en lugar de emisión.
Pero la deuda del Banco Central, es simple emisión futura.
A menos que se reduzca sustancialmente el déficit fiscal, lo
que no se emite por gasto público, se termina emitiendo para pagar los
intereses de la deuda del Banco Central, el resultado es el mismo.
La inflación no le pregunta a los pesos ¿De dónde venís?
Si, además, hay que emitir para comprar los dólares de los
exportadores, y se venden menos dólares a los importadores, también estamos
ante un exceso de pesos.
Y como menores importaciones es menor nivel de actividad, el
ajuste fiscal necesario, sólo puede venir por el lado del gasto, lo cuál
también, dependiendo como se haga, puede resultar recesivo.
Dicho de otra manera, el gobierno ha estabilizado, por ahora
sólo por ahora, el mercado cambiario haciendo una parte del ajuste ortodoxo.
Si no completa el ajuste, por el lado fiscal y no se moderan
las paritarias, para consolidar lo que el gobierno no quiere decir, la caída
del salario en dólares, en poco tiempo, volveremos al punto de partida de los
desequilibrios, pero a un nivel absoluto de precios mucho más alto.
En síntesis, si el gobierno está dispuesto a completar un
"ajuste ortodoxo", por el lado del gasto
y reducir así la participación directa o indirecta del Banco Central en
el financiamiento del déficit, asistiremos a las consecuencias habituales del
ajuste, devaluación real, recesión moderada, e inflación y mercado cambiario
"estabilizados".
Si, por el contrario, esta es toda la ortodoxia que está
dispuesto a hacer, e insiste en hacer recaer toda la responsabilidad de la política
macro, en el Banco Central, vamos rumbo a un descontrol nominal creciente, más
allá de que logre, en el mejor de los casos, pasar el verano.
La heterodoxia populista en la ida, siempre termina en
sobreajuste ortodoxo en la vuelta.
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