Opiniones

PROGRESAR: La escena contemporánea

Federico Vázquez | Jueves 23 de enero de 2014
Después de una pausa discursiva inusualmente prolongada dentro de su propio historial, la Presidenta volvió anoche a ocupar el centro de la escena política. Ya más acorde al registro común de estos años, no faltó el anuncio de una medida contundente, que no estaba en los papeles de nadie.
 
Mientras el debate político en los medios giraba en torno a la cotización del dólar, el chequeo minuto a minuto del estado de salud de las reservas y el pedido de recortes al siempre denostado "gasto público" como toda fórmula para rumbear a la economía, Cristina Fernández volvió a poner el eje en un lugar clásico del kirchnerismo: la cobertura social y el aporte de recursos hacia los sectores menos favorecidos.
 
El plan Progresar anunciado ayer es parte de un tronco coherente de políticas públicas: la extensión de la cobertura jubilatoria, la Asignación Universal por Hijo, el Plan Conectar Igualdad o el Procre.ar, tienen en común la austeridad burocrática y, por eso mismo, la eficiencia en la transferencia de recursos constantes y sonantes hacia las personas de carne y hueso. Parece sencillo, pero en tiempos anteriores el Estado carecía de los instrumentos mínimos como para desplegar de forma pareja y veloz una política de este tipo en todo el territorio nacional.
 
Con los antecedentes mencionados, es esperable que la demora en la implementación sea breve y que durante este mismo año, al menos una buena parte del universo de potenciales beneficiarios señalado por la Presidenta (cerca de un millón y medio de jóvenes entre 18 y 24 años) comience a recibir el ingreso mensual de 600 pesos, a cambio de presentar registros de estudios a nivel primario, secundario, terciario o universitario.
 
En su exposición, Cristina acentuó uno de los mayores logros de toda la gestión del kirchnerismo desde el 2003: la tasa de cobertura social de la Argentina, incluso en un contexto regional donde prácticamente todos los países de América latina desarrollaron políticas en ese sentido, es de las más altas, con números siempre en ascenso.
 
Una cobertura prácticamente universal (cercana la 93%) para las personas en edad jubilatoria, la extensión de la tradicional asignación familiar a todas las familias que no cuenten con trabajos formales o estén desempleadas, mediante la AUH,  y ahora la cobertura de esta franja juvenil (la Presidenta sostuvo ayer que esta política tiene previsto cubrir al 31% los jóvenes que tienen entre 18 y 24 años) construye un sistema de protección social robusto, que acompaña a los ciudadanos prácticamente a lo largo de toda la vida.
 
La Presidenta expuso, además, una razón particular para atender a este sector. Señaló que entre la población juvenil es "donde tenemos el mayor segmento de desocupación". A diferencia del promedio general de desocupación que ronda el 6% y 7%, según el trimestre que se tome, en la franja que va de los 18 a los 24 años, "estamos en 18.2%, cuatro puntos abajo -apenas- de la media de la Unión Europea, que realmente tiene problemas", reconoció la mandataria. "Estos chicos son los hijos del neoliberalismo, son los chicos que sus padres no tenían trabajo o lo perdieron", profundizó. Los ni-ni, como fueron bautizados mediáticamente a los jóvenes que no trabajan ni estudian, conforman un segmento particularmente complejo: el crecimiento económico no alcanza como palanca para reingresarlos en el sistema productivo, y hasta ayer, el propio Estado no había encontrado las herramientas para brindar una contención. "Fueron demasiadas décadas de ausencia", remató.
 
Saliendo apenas del foco principal del anuncio presidencial, es para destacar que durante varios tramos del discurso, Cristina remarcó la idea de "empoderar a la sociedad", como la mejor forma de defender los derechos sociales conquistados en los últimos años. En lo que pareció una respuesta a la lógica kirchnerismo-antikirchnerismo, o a las anunciadas "grietas" que dividen bandos por simpatías políticas o ideológicas. El razonamiento presidencial buscó sacar al gobierno del centro del ring y poner allí la contradicción de intereses que tiene la sociedad. El gobierno es, apenas, el "obstáculo, la piedra que hay que correr y saltar para que las cosas vuelvan al lugar donde siempre estuvieron", señaló.
 
Ese "empoderamiento" busca poner blanco sobre negro el nudo de las encrucijadas de la Argentina de los próximos años que, necesariamente, van más allá de la suerte de un determinado gobierno. "Lo que está molestando es un régimen de plena ocupación, que obviamente siempre tira los salarios hacia arriba, molesta el nivel de participación de los trabajadores en el PBI, aunque la rentabilidad haya sido formidable en algunos sectores", graficó la Presidenta. La mención no deja de ser un marco conceptual para las negociaciones salariales con los sindicatos que comenzarán en breve. Hay que cuidar los niveles de empleo, porque son ellos, antes que cualquier otra variable, lo que va a permitir discutir pautas salariales ascendentes, parece ser el subtexto del mensaje presidencial hacia las centrales sindicales. Al mismo tiempo, en una mirada de más largo plazo, al ubicar en el centro al empleo, los salarios y los derechos sociales, antes que en otro tipo de batallas políticas, corre el debate hacia los nudos más esenciales del modelo, en una jugada que parece anticipar los carriles por donde la Presidenta buscará conducir el debate de cara al 2015.
 

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