Mario Brodersohn | Martes 21 de enero de 2014
Se ha instalado en el imaginario popular que el peronismo es
un partido que avasalla las instituciones democráticas pero sabe gobernar. El
radicalismo, en cambio, es un partido respetuoso de la democracia pero no sabe
ejercer el poder y lo abandona antes. ¿Es cierto que el peronismo sabe gobernar
o es sólo un mito?
Se ha instalado en el imaginario popular que el peronismo es
un partido que avasalla las instituciones democráticas pero sabe gobernar. El
radicalismo, en cambio, es un partido respetuoso de la democracia pero no sabe
ejercer el poder y lo abandona antes. ¿Es cierto que el peronismo sabe gobernar
o es sólo un mito?
El comienzo del falso mito: el primer peronismo Durante la
Segunda Guerra Mundial habíamos acumulado reservas por 500 millones en libras
esterlinas más una cifra superior en oro que, valuadas a precios actuales,
superan los 60.000 millones de dólares. Cuando se crea en 1946 el Banco
Mundial, nuestro país fue seleccionado junto con Estados Unidos, Canadá, Suiza,
para contribuir a la reconstrucción europea de posguerra. Entre 1946 y 1948 el
gobierno utilizo las reservas internacionales para: a) rescatar anticipadamente
la deuda pública sin pedir quita, b) nacionalizar empresas extranjeras como los
ferrocarriles ingleses y la ITT, c) aumentar el gasto público por encima de la
inflación un 41%, los salarios en un 62% y favorecer la industria sustitutiva
de importaciones con altos aranceles de importación y crédito bancario barato.
La economía creció en 1946 (8.9%) y en 1947 (11.1%),
aumentaron fuertemente las importaciones mientras las exportaciones se
mantenían en los niveles de preguerra. El déficit externo con Estados Unidos en
ese corto período fue de 1.600 millones de dólares y se financió con las
reservas de oro.
A fines de 1948 las reservas de oro habían caído a 130
millones de dólares, dejamos de pagar las importaciones, entramos en cesación
de pagos y en 1950, con un préstamo de EE.UU., cancelamos la deuda. En tres
años pasamos de un nivel de reservas sin precedentes al "default" de la deuda.
En 1952 el gobierno inició el ciclo de los "stop and go" con un ajuste
monetarista y recesivo que provoco una caída del 5 % del PBI El segundo fracaso
del falso mito: el peronismo de la década del '70 Gelbard propuso en 1973 un
acuerdo social basado en el congelamiento de salarios, precios, tarifas y tipo
de cambio. El objetivo era una inflación cero y una distribución igualitaria
del ingreso: 50% para los asalariados y 50 % para el capital. En 1974 la
economía creció un 6,7 % y el desempleo se redujo al 2,5%.
En 1974 las distorsiones de precios relativos que provocaba
la estrategia de inflación cero y la crisis petrolera de la OPEP llevaron a
Gómez Morales a corregir con un enfoque gradualista las distorsiones
acumuladas. El gradualismo no funcionó y pasamos al "shock del Rodrigazo" en
junio de 1975. La devaluación fue del 100% y el precio de la nafta aumento un
180%.
El Gobierno quiso ponerles un techo a las paritarias.
Tampoco funcionó.
El "Rodrigazo", en un contexto de vacío político, estimuló
la puja distributiva. El mercado pasó a liderar las decisiones económicas. En
tres años pasamos de la inflación cero al 180% y al déficit fiscal más alto en
el siglo XX.
El tercer fracaso del falso mito: el peronismo de la década
del 90 La combinación de ingresos de capitales y privatizaciones en el esquema
del Consenso de Washington generó la fantasía en 1991-98 de que, por fin, se
quebraban los reiterados "stop and go" de la economía argentina. Sin embargo, a
partir del segundo semestre de 1998 comenzó a ser evidente que el mercado
financiero internacional no estaba dispuesto a seguir financiando los
desequilibrios fiscales y externos.
Sólo el FMI y el Banco Mundial financiaron los crecientes
desequilibrios externos. El gobierno menemista dejó activada la bomba de la
convertibilidad y el "default" de la deuda que explotó a fines del 2001. La
contracción del PBI en el 2002 fue del 10,9%.
Cuarto y último relato del falso mito histórico: el kirchnerismo
En el 2003-07 el crecimiento del PBI fue del 8,8 %, el salario real aumentó un
26% y el desempleo se redujo al 8,1%. Todo ello fue inducido por el precio
internacional de la soja y por la revolución tecnológica y la expansión de la
frontera agropecuaria. A partir de 2010 el Gobierno, para frenar la inflación,
abandona la política de tipo de cambio alto y atrasa las tarifas públicas.
Desaparecen los superávit fiscal y externo y entra en escena
la brecha cambiaria entre el dólar oficial y el paralelo.
En el 2013 se combinan el nivel más alto de la historia de
cosecha de cereales y oleaginosas con altos precios de nuestros productos de
exportación. Ello da lugar en este año al nivel más elevado de exportaciones de
la historia argentina (84.000 millones de dólares). Sin embargo, esta realidad
externa tan favorable no impidió, por no saber gobernar, una caída en las
reservas internacionales de 12.700 millones de dólares.
Las perspectivas para el 2014 son más negras. La inflación
va a superar el 30 % anual, la economía dejará de crecer, aumentará el
desempleo y la pérdida de reservas internacionales no sería menor de 8.000
millones.
La aceleración inflacionaria y la tensión social en un
contexto de vacío político contribuirán a la puja distributiva y, muy posiblemente,
a enfriar la decisión de corregir el atraso cambiario devaluando más que la
inflación.
El mercado tomará la iniciativa ampliando la brecha
cambiaria.
El gradualismo del actual ministro de Economía, tal como
ocurrió con el gradualismo post Gelbard, será reemplazado no muy lejos en el
tiempo por un Celestino Rodrigo para dar un salto brusco en las variables más
sensibles políticamente.
La principal ironía de este doloroso final es que su
principal víctima serán los salarios y el empleo de los trabajadores en blanco
y en negro, provocado precisamente por el llamado "Partido de la Justicia
Social".
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