Enrique Szewach | Lunes 20 de enero de 2014
La dinámica macroeconómica actual está determinada por la
necesidad de financiar un nivel de gasto público "infinanciable".
Si bien, esta vez, la magnitud de dicho gasto es récord
histórico, de la mano de una exacerbada etapa "estatista" de la sociedad, no es
la primera vez que la Argentina se enfrenta a una dinámica de este tipo.
Por el contrario, esta ha sido la "enfermedad"
característica de la Argentina durante gran parte del siglo pasado, cualquiera
fuera el signo político predominante.
Dicha dinámica obliga al Banco Central a emitir para
financiar una parte del gasto. En este contexto, la política monetaria está,
como decimos en la jerga, "dominada" por la política fiscal, en el sentido que
el Banco Central no puede decidir autónomamente, qué política monetaria
conviene aplicar, si no que, simplemente, emite lo que haga falta para
financiar el gasto público que no se puede financiar con impuestos o con
endeudamiento.
Por supuesto que toda emisión "sobrante" (la que la gente ya
no demanda a esta tasa de inflación y esta tasa de interés) podría ser
"absorbida" con colocación compulsiva de deuda por parte del Banco Central,
pero ello sería entrar en otra dinámica peligrosa, dado que obligaría a emitir
para pagar los intereses a tasas crecientes.
Por lo tanto, sólo se modera la emisión, involuntariamente,
vendiendo dólares.
El exceso de pesos que se genera, al final del día, se
vuelca a la demanda de bienes y/o de dólares "libres". La demanda de bienes, a
su vez, termina en demanda de dólares, dada la necesidad de insumos importados
o energía importada para producirlos. Y la demanda de dólares libres, termina
en un aumento de su precio.
Para frenar la demanda de importaciones y alentar las
exportaciones, el gobierno decidió racionar las importaciones y acelerar el
encarecimiento del dólar oficial, devaluando a un mayor ritmo. (¡125%
anualizado, en el último mes!).
Pero la aceleración ha tenido un efecto negativo.
Por un lado, quién tiene bienes exportables, trata de
demorar su cobro, dado que dicha postergación le "rinde" mucho más que obtener
los pesos y depositarlos a interés.(El gobierno ha "inventado" una Letra del
Banco Central, ajustable con la cotización del dólar, para compensar
parcialmente este efecto, pero eso es colocar deuda muy cara y de corto plazo).
Por su parte, los importadores tratan de obtener lo antes
posible la autorización para pagar sus importaciones dado que, por lo
comentado, la demora reduce su ganancia.
Como los precios de los bienes comerciables se fijan en el
"dólar reposición", se presiona también sobre la tasa de inflación, ya que este
"dólar reposición" es función de la devaluación esperada y de la brecha
cambiaria. (La existencia de algunos precios cuidados es sólo un paliativo).
Para disminuir la presión sobre el dólar libre y controlar
la brecha, el equipo económico diseñó un "dólar financiero", obtenible mediante
la compra venta de títulos públicos o acciones que cotizan en dólares y en
pesos. Por ese mecanismo, quién tiene pesos blancos puede hacerse de dólares
verdes a un precio superior al oficial pero menor al informal. Y quién tiene
dólares verdes declarados, puede venderlos en ese mercado, si necesita pesos
blancos, y se evita tener que venderlos en el mercado oficial.
Asimismo, el gobierno está tratando de "amigarse" con el
mundo para colocar deuda, emitir menos y reponer reservas, aún a costa de
entrar en la dinámica de la deuda que luego se torna impagable. La "fantasía"
de que la Argentina podría endeudarse a largo plazo a las tasas de Uruguay,
Brasil, o Bolivia, con esta situación macroeconómica, es eso, fantasía. Esos
países no pagan bajas tasas sólo porque sobran dólares en el mundo, la pagan,
porque tienen sus cuentas macroeconómicas relativamente ordenadas, no tienen
que financiar un déficit de 5% del PBI, no han hecho el default contemporáneo
más grande, ni mentido en sus indicadores macro.
En síntesis, el "pecado original", es el exceso de gasto. Y
el resultado es el habitual para estos casos: déficit fiscal, devaluación, alta
y creciente inflación, pérdida de reservas, estancamiento del nivel de
actividad, endeudamiento, caída del salario real, y finalmente, "shock de
ajuste" por las malas.
La alternativa, es un ajuste gradual y bien hecho "por las
buenas", pero en ese camino, por ahora, y lamentablemente, no estamos.
TEMAS RELACIONADOS: