Oscar González | Martes 10 de diciembre de 2013
Este martes se cumplen 30 años desde que el pueblo argentino
iniciaba una larga marcha -que se revelaría incierta y difícil y que no ha
concluido- para dejar atrás una dictadura cívico-militar genocida y recrear un
sistema político, económico y social que permitiera garantizar los márgenes de
libertad y asegurar mayores niveles de equidad. Ese 10 de diciembre de 1983
asumía el presidente Raúl Alfonsín y se iniciaba un aprendizaje colectivo,
lleno de esperanzas y frustraciones, luces y sombras, del cual puede hacerse un
balance que demuestra que la construcción de una sociedad democrática es un
itinerario repleto de tensiones y disputas de intereses, incompatible con la
utopía reaccionaria que pregona la armonía y la ausencia de conflictos.
Ese recorrido cívico encontró desde el inicio las mismas
resistencias que hoy perduran detrás de ciertas prédicas, lo que llevó a
Alfonsín a librar batallas contra tres corporaciones: la militar, la
empresarial y la eclesiástica. En casi todos los casos, sus proyectos quedaron
truncos o se vio obligado a retroceder, por debilidad propia o por fortaleza de
sus enemigos; pero permanecieron planteados frentes de conflicto que a
comienzos del nuevo siglo aún permanecían abiertos.
Esos retrocesos y la fuerte ofensiva del gran capital y los
organismos internacionales de crédito confluyeron en la hiperinflación de 1989
y el golpe de mercado que derrumbaron al gobierno alfonsinista instalando las
condiciones para la implantación de las reformas pro- mercado recetadas en el
Consenso de Washington. Comenzó una etapa oscura, en que la Argentina fue
atendida por sus propios dueños que invocando una supuesta modernización
reinstauraron el paradigma neoliberal iniciado por la dictadura.
Las luchas populares, que significaron decenas de muertes en
el explosivo diciembre de 2001, harían que aquel modelo volara por los aires y
se abriera una nueva etapa. El 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner enunciaba un
programa de gobierno que pocos creían factible, pero que cumpliría al pie de la
letra, haciendo propias las demandas que habían asomado en aquel lejano 1983,
sin doblegarse frente al tamaño de adversarios mayúsculos, como cuatro años más
tarde lo haría su compañera. Aún hoy, contra todos los presagios agoreros,
Cristina Fernández sigue construyendo fortaleza política en base a iniciativas
que corren límites que parecían inmutables. Como se hizo al renegociarse la
deuda externa para esterilizar el intervencionismo del FMI, nacionalizarse los
fondos de pensión, recuperarse la aerolínea de bandera, garantizarse las
negociaciones colectivas de los trabajadores y ampliarse hasta lo impensable
los derechos colectivos e individuales.
Hoy, disgustado el establishment corporativo por el avance
de ésta democracia justiciera, que, aún con objetivos pendientes y demandas
insatisfechas, se ha consolidado como la modalidad ineludible para la
convivencia social, se hostiga al gobierno con insidias mediáticas, movimientos
especulativos y aliento a segmentos residuales del viejo régimen. Es en ese
contexto que se exacerban los precios de los artículos de consumo masivo, se
retardan las liquidaciones de divisas del agro-negocio exportador para
deteriorar las reservas y se agitan los reclamos salariales de las fuerzas de
seguridad para crear zozobra en la población. Con todo ello se trata de darle
credibilidad al clima de supuesto fin de ciclo que se quiere aparentar.
Lejos de aquello, el regreso de Cristina Fernández al pleno
ejercicio del gobierno, tras la breve impasse a que le obligó su salud, el
relanzamiento proactivo de su gabinete y su renovada energía política, permiten
conmemorar estas tres décadas en la plenitud de su protagonismo transformador.
Es que, como sucedió también con el mejor Alfonsín y con Néstor Kirchner, las
luchas democráticas en la Argentina tienen sus momentos más luminosos cuando
líderes genuinos sintonizan con las expectativas, las necesidades y las
convicciones del pueblo.
Oscar González
Dirigente Socialista. Secretario de Relaciones
Parlamentarias del gobierno argentino.
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