Fernando Jáuregui | Lunes 11 de noviembre de 2013
Me sorprendió, lo reconozco, la pitada, bastante notoria y
notable, que recibió el domingo la propuesta oficial del PSOE a los asistentes
a la Conferencia
política de este partido, en el sentido de 'no poner en cuestión a la Monarquía'. Hubo
muchas enmiendas a esta propuesta, algunas para pedir 'mayor transparencia' a la Casa del Rey, otras para
regresar a los planteamientos republicanos puros y duros, de manera algo
semejante a lo que predica Izquierda Unida. Fue el único abucheo a las ideas
sugeridas por la
Comisión Ejecutiva Federal, lo que no deja de ser
significativo, aunque no sé si es aún -aún-- alarmante.
Digo lo de 'alarmante' porque siempre que escribo sobre
estos temas advierto, de entrada, que soy monárquico. No juancarlista, sino
monárquico de los que piensan que resulta mucho más estable esto para 'esta'
España de lo que lo sería una Tercera República, en la que el presidente podría
ser de un partido y el primer ministro, de otro, con lo que la difícil
convivencia que caracteriza al bipartidismo español estaría garantizada. Pero
tengo la impresión, y en algún caso hasta la información, de que ahora las
encuestas se decantarían por una ligera mayoría de españoles que se inclinan
más bien por la República,
aunque el porcentaje de indecisos es notable, lo que podría inclinar la balanza
a un lado u otro.
Cierto: han ocurrido muchas cosas en los tres últimos años
con la Corona
española, lo que ha precipitado el deterioro. Y, además, la jefatura del Estado
vive momentos de aflicción también por lo que respecto a la salud del Rey, que
se resiste a plantearse una abdicación, contando para ello, hay que
reconocerlo, con no pocos apoyos, que piensan que ahora conviene poco hacer
mudanzas y hacer coronar a quien será Felipe VI estando aún perfectamente capacitado
para reinar Don Juan Carlos I. Es una opinión que respeto, pero que no
comparto: el Príncipe de Asturias está libre de cualquier contaminación con el
feo 'asunto Urdangarín', poco tiene que ver con cacerías de elefantes y menos
con cortesanas ennoblecidas por anteriores y polémicos matrimonios. Y, desde
luego, tiene una preparación envidiable y ya sobrepasa a su padre en la
popularidad de las encuestas (y ello quizá llegue a suponer incluso algún
pequeño problema doméstico).
Dudo, en suma, que esa pitada a la propuesta oficial en el
PSOE hubiese sido la misma si hubiese sido Don Felipe quien estuviese en el
Trono, bajo la atenta vigilancia, eso sí, de su padre el Rey. Dudo también de
que la idea monárquica esté abolida en amplios sectores de la población
española, aunque haya que admitir que incluso en el Partido Popular haya gentes
que no sienten el menor entusiasmo por la Corona; resultaría demasiado fácil zanjar el
asunto diciendo que 'la izquierda está con la República, mientras el
centro y la derecha se alinean con la Monarquía'. Pero
sí creo que La Zarzuela
habría de tomar en mucha consideración tanto esa pitada del domingo como la
patente desafección que la
Corona encuentra en una parte de la ciudadanía. Algo hay que
hacer.
Ya lo he dicho antes:
por mucho que entre la clase política, en algunos círculos del empresariado y
entre representantes de algunas instituciones observemos un miedo cerval al
Cambio -que no es lo mismo que los cambios--, algo, bastante, debe mudar para
que la idea sustancial, el mantenimiento de la Monarquía, siga siendo
la misma. Todo mi respeto y agradecimiento a un Rey que ha hecho tanto por los
españoles, aunque haya cometido errores que él mismo ha aceptado. Pero ha
llegado la hora del relevo 'controlado'. Digo lo mismo que cuando escribo
acerca de la parálisis política que aqueja a Rajoy: dejar que los problemas se
pudran puede ser, aquí y ahora, muy peligroso. Ni la frase de Pío Cabanillas,
'lo urgente es esperar', ni la máxima ignaciana según la cual en tiempos de crisis
no ha de hacerse mudanza, son aplicables, me parece, a estos tiempos que
vivimos.
TEMAS RELACIONADOS: