Stella Calloni | Miércoles 23 de octubre de 2013
La resolución de la crisis financiera en Estados Unidos deja
más incertidumbres que certezas. La precariedad de su economía tambalea en un
contexto en donde la posibilidad de un conflicto bélico adquiere cada vez mayor
materialidad.
La precariedad del acuerdo del pasado 17 de septiembre entre
demócratas y republicanos para impedir el default en Estados Unidos y el compás
de espera que significa el próximo enfrentamiento que suponen las discusiones
que se darán en enero de 2014, dejan
severas dudas con respecto a que el futuro de la mayor potencia mundial -concebido
bajo el esquema "de salvación" de los fundamentalistas del Tea Party- puede
llevar al mundo a una catástrofe.
Analistas de distintos sectores nos previenen sobre
situaciones absolutamente peligrosas para la humanidad en su conjunto.
Los riesgos no se eliminaron y aunque hubo un acuerdo de
última hora y elevaron el tope de la deuda estatal, lo que permitió evitar un
impago, la incertidumbre continúa.
Aunque se pateó la pelota hacia delante, la deuda de EE.UU.
creció. Por ejemplo, se necesitaron 328 mil millones solo en un día para salvar
situaciones. "Los efectos serán
cortos", sostiene Paul Edelstein, de la agencia económica IHS Global
Insights.
Esta institución había pronosticado que el crecimiento
financiero del país en el cuarto trimestre de 2013 iba del 2,2% anual hasta el
1,6%.
Según el acuerdo logrado, los fondos para financiar el
Gobierno se acabarán en menos de tres meses (el 15 de enero) y al nuevo techo
de la deuda se llegará el próximo 7 de febrero. Es decir, en menos de 90 días
el drama podría volver a empezar.
"Si los demócratas y republicanos no acaban finalmente
con sus divergencias, la crisis económica global que empezó en 2008 nos
parecerá una prosperidad financiera", analiza el periodista ruso Vladimir
Babkin (periódico Vzgliad).
Babkin recordó que en esos momentos todo comenzó cuando el
banco Lehman Brothers se declaró en bancarrota "y no pudo cubrir su deuda por
un total de unos 500 mil millones de dólares". Ahora advierte que en caso de
que el Gobierno de EE.UU. se declarara
en bancarrota, "el impago será, al
menos, de 12 billones de dólares. Esto quiere decir que un golpe contra la
economía mundial será 23 veces mayor que en 2008".
Si los tenedores de la deuda de Estados Unidos (que son en
primer lugar China y Japón) pierden su dinero, será "solo parte de un problema
mucho más grave porque si el mayor prestatario del mundo no puede pagar su
deuda, fallará todo el sistema internacional de préstamos basado en los bonos
del Tesoro de EE.UU., que hasta la fecha son considerados el instrumento
financiero más fiable", explica Babkin.
CÓMO SE AFECTA AL MUNDO
Lo que dice Babkin en realidad es que si esto sucede habrá
mucho menos dinero en el mercado y será más caro tenerlo prestado, se reducirán
las inversiones en todo el mundo y se
produciría " una caída drástica de la producción", lo que significa ir a
la recesión.
En este aspecto surge la realidad que muy pocos consideran
en sus análisis: nueve empresas en estos momentos ya tienen más dinero que el
Gobierno estadounidense.
Por su parte, Vardán Bagdasarián, analista político
(Pravda), sostiene que es "la crisis de
valores ideológicos la que realmente afecta a la economía de EE.UU. y también
que es posible que alguien controle esta crisis económica persiguiendo ciertos
fines políticos".
Uno de los datos más importantes de este reconocido analista
cita un reciente informe político de la CIA
"sobre las tendencias principales del desarrollo mundial hasta el año
2030 proponiendo un escenario de posible consolidación del mundo con la
creación de un Gobierno mundial".
Pero para lograrlo, y de acuerdo con analistas de Estados
Unidos, "es necesaria una gran agitación a nivel global, por ejemplo, una
guerra, y no solo una guerra convencional, sino una guerra nuclear".
De acuerdo al analista Bagdasarián, la "actualización" del
sistema global será posible solo cuando haya víctimas masivas, cuando el mundo
tiemble".
Recuerda asimismo la enorme brecha social existente en
EE.UU., muy superior con lo que existió durante la Gran Depresión.
"Actualmente, el 1 por ciento de la población estadounidense controla el
43% del capital del país, mientras que el 80% de los habitantes tienen acceso
tan solo al 7% del capital".
Ante esta situación estima que se planea la salida de esta
crisis mediante un conflicto militar, ya que esto "atrae inversiones, refuerza
la industria, algo que pasó durante la Segunda Guerra Mundial".
Como todo el mundo sabe, después de la Segunda Guerra
Mundial el mundo logró salir de la crisis. Lo que espera Washington es un escenario
similar, pero hay más. En el esquema de un fundamentalismo rampante, se
espera que entonces finalmente podrá
instalarse un gobierno mundial, una propuesta de los sectores duros desde los
años 1992, como lo definió el propio Pentágono, cuando advertía que había
llegado el tiempo de una "gobernanza global" por parte de Estados Unidos.
Para muchos esta guerra ya está en marcha. Para otros, el
fundamentalismo ciega y no deja ver las contradicciones que se han engendrado,
algunas de las cuales son irreversibles, pero no se las puede ver desde la
impunidad de un poder que camina como un elefante en la vitrina. Las encuestas
dejan en claro que un 47.3% estima que
habrá una lucha a gran escala por el control de los recursos del
planeta. Un 28.4% cree que la guerras mundiales forman parte del pasado y que
ahora existen otros medios para alcanzar los objetivos deseados. Y hay un 13.9%
que piensa que el mundo se está moviendo
en dirección a un mayor humanismo.
Pero lo cierto es que mientras la crisis no se resuelve de
fondo, los preparativos bélicos aumentan cada día, como si el poder hegemónico
solo viera una luz de salida que puede ser una catástrofe humanitaria. En estos
momentos es América Latina el continente donde mayor coincidencia existe en la
necesidad de detener cualquier tipo de guerra. Y la respuesta de la población
mundial al reciente llamado del Vaticano a la paz y contra la guerra ha dicho
más que cualquier encuesta y valoración académica del momento en que vivimos. Y
esta respuesta llega desde sectores generalmente nunca consultados sobre esta
temática.
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