Enrique Szewach | Lunes 14 de octubre de 2013
Paradójicamente, la economía argentina muestra hoy, varios
presentes simultáneos, entrecruzados y de distinto signo.
Primero, el presente "productivo", caracterizado
por el estancamiento, aunque en niveles altos, o un muy leve crecimiento, sin
generación de empleo privado y con baja inversión.
Sólo se hace la que recibe algún premio extra, o es
impostergable, o permite destinar pesos acumulados, en un intento por reducir
una eventual licuación. Y esto último explicita la causa del estancamiento
productivo: la seguridad de que los actuales precios relativos, incluyendo el
del dólar y los de los servicios públicos, están "fuera del
equilibrio" y dado que se trata de precios claves, este desequilibrio se
expande a todos los precios.
A esta distorsión se le suma,( o como consecuencia de ella),
las trabas crecientes en torno al movimiento habitual de las empresas,
restricciones a la importación, controles de diverso tipo, presión fiscal
insostenible para financiar los subsidios y el gasto desbordado, etc.
Resulta difícil imaginar modificaciones importantes de este
presente, sin una recomposición del sistema de precios que despeje la
incertidumbre actual.
El segundo presente se relaciona con una economía que se
mueve a una velocidad crucero de aumento de precios, en torno al 2% mensual,
con algunos picos, cada vez más frecuentes, cercanos al 2,5 y hasta 3.
Este escenario inflacionario alienta, por un lado, el
consumo de todo tipo (para eludir el impuesto inflacionario) y, por el otro,
mejora nominalmente los ingresos fiscales de Nación y Provincias.
Pero, a la vez, deteriora el poder de compra de asalariados
informales, autónomos y hasta asalariados formales y jubilados que, pese a
estar "ajustados" en números cercanos a la inflación real, el
mecanismo de periodicidad semestral habitual en estos pagos, también impide que
se mantengan en términos reales.
A su vez, reduce la rentabilidad de las empresas que no
pueden trasladar totalmente el incremento de sus costos por razones
regulatorias o por menor poder de mercado y que ya no pueden compensar con más
volumen.
Este presente inflacionario se convierte en una espada de Damócles
para la estabilidad macroeconómica de corto plazo, dado que la inflación alta
siempre corre el riesgo de transformarse en inflación desembocada, ante
cualquier chispazo imprevisto.
Existe, asimismo, el presente de las economías regionales y
el sector agrícola, básicamente exportadores netos, que sufren el problema de
los precios relativos, ya mencionado, sumado a un escenario global con precios
de los commodities que ya no suben, y economías clientes que traccionan muy
poco, con competencia fuerte en algunos sectores, derivada de la recesión de la
Europa mediterránea y de las devaluaciones de las monedas regionales.
Un presente complementario se observa en las necesidades de
dólares del sector público, que, al negarse a reconocer el verdadero precio de
la divisa, y de la energía, intenta manejar la escases con el ya comentado
racionamiento (restricciones de todo tipo) y el uso de las reservas del Banco
Central.
Este presente está siendo, aparentemente,
"moderado" con el intento parcial de normalizar al menos una parte de
las quebradas relaciones financieras con el mundo. (Pagos de sentencias
pendientes con el CIADI, o una relación menos agresiva con el FMI, o reflotar
swaps con Bancos Centrales extranjeros para obtener préstamos de corto plazo
para refuerzo de las reservas, por ejemplo). Aunque quedan temas gruesos por
resolver, (Club de París, Repsol, bonistas que no entraron al canje, etc.).
Existe, además, un presente "cultural y social",
producto de varias décadas de populismos alternados, de diverso signo y
calibre, que marca el contexto de todos los presentes enumerados.
Finalmente, el más auspicioso, es el presente del
"valor de los activos".
En efecto, como dicho presente se calcula imaginando
"un futuro mejor" a partir del 2016, el valor de las empresas
argentinas, con este cálculo, mejora sensiblemente, dado que se las supone
insertas en ese horizonte mejor.
Sin embargo, aunque coincidiendo, ese futuro mejor no
surgirá mágicamente de otra fantasía, para compensar la fantasía kirchnerista.
No se trata de reemplazar relatos.
Se trata, por el contrario, de ir encontrando soluciones
consensuadas, a los "presentes" que dejará la administración actual.
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