Lino Barañao | Lunes 30 de septiembre de 2013
Hace algunos días, durante una recorrida por la localidad de
Malargüe, en Mendoza, nos llevaron a ver la inmensa antena de 50 metros de
diámetro Deep Space 3, operada por ingenieros electrónicos argentinos formados
en el exterior. Es una mejora concreta a la calidad de vida de comunidades
aisladas.
Esa tecnología posibilita, por ejemplo, comunicarse con el
robot Curiosity en Marte y determinar su posición con una precisión de un
centímetro para luego enviar esa información a cualquier lugar del mundo.
A 10 kilómetros de ahí, está la comunidad Payún Matrú, donde
viven dieciocho familias que no pueden comunicarse con Malargüe, que está a 40
kilómetros, porque no tienen teléfono, ni electricidad.
La antena muestra una inserción plena en el siglo veintiuno
cerca de gente que vive en las mismas condiciones desde hace mucho tiempo.
Gracias a un proyecto liderado por investigadores del
Conicet estamos financiando la industrialización de la fibra del guanaco, lana
obtenida a través de esquilas hechas mediante procedimientos ancestrales. No
sólo sumamos conocimiento científico en materia de bienestar animal sino que
además dotamos de maquinaria a la comunidad para poder procesarla.
De resultas de este proyecto, la comunidad va a tener por
primera vez electricidad y teléfono.
A partir de algo que quizás parezca periférico, como podría
ser la lana de guanaco, hay una mejora concreta de la calidad de vida de la
gente. Ese es el tipo de innovación inclusiva que tenemos como asignatura
pendiente.
Por Lino Barañao
Ministro de Ciencia,Tecnología e Innovación Productiva
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