Editorial | Sábado 07 de septiembre de 2013
Si fracasó, por las razones que se irán analizando en los
próximos días, la candidatura del Madrid 2020, es la hora de no desalentarse.
De ir pensando en España'2020. Al final, la celebración de los Juegos Olímpicos
en Madrid no era sino una parte de ese proyecto de regeneración del país, de
volver a ilusionar a los ciudadanos en torno a un mismo plan esperanzador. No
ha podido ser, aunque, en nuestra opinión, la candidatura estaba bien montada y
la presentación en Argentina, con alguna excepción quizá algo bochornosa, fue
correcta. Especialmente, desde luego, la del Príncipe, que se ha consolidado,
algo es algo, como una gran figura internacional.
No se trata de imponer, pase lo que pase, un optimismo
ficticio; hemos perdido, y eso es todo. Pero tampoco se trata de lamentarse
eternamente: hay que saber sobreponerse y evitar el españolísimo método de
hacer leña del árbol caído. Quizá resulta que España es percibida aún por los
males de su inmediato pasado, la trampa del dopaje, la corrupción que afecta a
numerosas áreas de la Administración, la falta de transparencia política. Y
esos, desde luego, son factores que acaso pesen más aún que la calidad de las
instalaciones deportivas a la hora de que los miembros del Comité Olímpico, por
otra parte tan cuestionables algunos de ellos, se decanten por una u otra
ciudad. Pero no nos flagelemos demasiado, porque en Turquía y en Japón también
cuecen más o menos las mismas habas.
Estimamos que la derrota de la candidatura española debe ser
un acicate para mejorar el país, mucho más que para andar llorando nuestras
desgracias por las esquinas, aumentando ese mal endémico que es el
nacional-derrotismo. Con todos sus defectos, España es un gran país, que debe
levantarse de una vez, caminar erguido y poner remedio a sus males, que son, lo
repetimos de nuevo, de falta de iniciativa política, de carencia de espíritu de
avance hacia la modernidad, de ausencia de gobernación participativa. No ha
venido bien, no, lo ocurrido en Buenos Aires para mejorar el pesimismo ibérico
que nos desarbola. Precisamente por eso, hemos de tener la grandeza de
resucitar de lo en esta noche del domingo triste parecían nuestras cenizas.
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