Leandro Selén | Viernes 30 de agosto de 2013
En cualquier país que se precie de cuidar su economía, su
industria y sus trabajadores, el capital nacional, sea estatal o privado,
tendrá siempre mayores privilegios que el extranjero.
Esta situación acontece en Alemania, Estados Unidos o
Brasil. Pero también acontece en Chile, país de origen de la aerolínea LAN, que
en estos días sobreactuó y exageró las consecuencias que tendrá para la compañía,
tener que abandonar el hangar que le fue "prestado" en el Aeroparque
Metropolitano Jorge Newbery.
Si algo demostró la Argentina en estos últimos años es que
no existe animadversión al capital chileno. De hecho la Argentina es
actualmente el principal receptor en todo el mundo de la inversión externa
directa chilena. Inversiones que no se reducen a un solo sector, sino que están
altamente diversificadas y presentes en todos los sectores de la economía
argentina, como comercio, actividades inmobiliarias, transporte,
comunicaciones, industria forestal, química, productora de alimentos y bebidas;
metalmecánica y metalurgia, generación y distribución de energía eléctrica,
extracción de minerales e hidrocarburos, y actividades agropecuarias.
Asimismo, esas inversiones tampoco se concentran
regionalmente, sino que se expanden en todo el país incluyendo a la ciudad de
Buenos Aires, a 17 distritos bonaerenses, y a las provincias de Catamarca,
Córdoba, Corrientes, Chubut, Entre Ríos, Mendoza, Misiones, Neuquén, San Juan, San Luis, Santa Cruz, Santa Fe,
Salta y Tucumán.
En el caso de LAN, cuando esta compañía desembarcó en
Argentina para realizar vuelos de cabotaje, a mediados de 2005, la línea de
bandera nacional privatizada en 1990, Aerolíneas Argentinas, a esa altura
operada por el Grupo Marsans, se encontraba al borde de la quiebra. Era
necesario en ese momento sostener la conectividad del país que Aerolíneas, en
manos españolas, había desarticulado. Por eso LAN obtuvo ciertos privilegios
para facilitar su ingreso al mercado de cabotaje local y que rápidamente
comenzara a operar. Privilegios que Chile no le otorga ni a Aerolíneas
Argentinas ni a ninguna aerolínea extranjera, como así tampoco lo hacen Brasil
o los Estados Unidos.
Para esto, LAN recibió la concesión de las rutas más
rentables, descuentos de hasta 40 por ciento en la utilización de los servicios
aeroportuarios en todo el país, y privilegios en otros servicios, como la
utilización de las mangas, de abordaje y descenso de pasajeros, en Aeroparque.
Todo financiado por el Estado nacional. Y todos esos privilegios solo para LAN
y para ninguna otra aerolínea. Es decir que todos los argentinos aportamos para
que LAN prestara sus servicios.
Y en ese marco fue que también se le concedió en 2008 un
hangar propio en Aeroparque. Pero antes estuvo tres años operando sin él, y sin
ningún problema. Como lo vienen haciendo otras aerolíneas, incluso extranjeras,
como las brasileñas Gol y TAM (que es socia de LAN), y las argentinas Sol y
Andes. Y ninguna alertó que sin un hangar no podría operar.
Cuando el Estado nacional recuperó Aerolíneas Argentinas, y
la línea de bandera volvió a ocupar un papel central en la conectividad del
país, haciendo vuelos no solo en las rutas rentables, sino hacia aquellas
ciudades del interior del país donde durante años no se había visto un avión,
surgió la necesidad de reordenar la actividad aerocomercial sumida en un caos
durante la administración española en Aerolíneas Argentinas.
En este marco, los privilegios para una única aerolínea
extranjera, ya no tenían razón de ser. Y si el Estado nacional debía aportar
recursos para el sostenimiento y desarrollo de la línea de bandera, por qué los
iba a seguir destinando a una empresa privada, con una posición financiera ya
consolidada en el país.
El reordenamiento surgió no solo para reducir el gasto
innecesario del Estado en una compañía que podía sostenerse tranquilamente sin
él, sino también para establecer igualdad en condiciones de competencia entre
todas las líneas privadas.
Lo que resolvió hacer el Gobierno nacional con Aerolíneas
Argentinas, no es ni más ni menos que lo que hace Chile con LAN; Brasil con TAM
y Gol; Francia con Air France; Estados Unidos, con American y Continental; y
cualquier país del mundo con su línea de bandera: concederle mayores
privilegios, por la sencilla cuestión que es el Estado el que sostiene su
funcionamiento y garantiza que todas las provincias puedan estar presentes en
la red aérea del país.
En estos años no se escuchó a ningún dirigente político ni a
ningún medio de comunicación de la oposición pronunciarse sobre los subsidios y
las ventajas competitivas que recibía LAN, así como lo vienen haciendo en forma
incesante contra el aporte lógico que el Estado nacional hace en Aerolíneas
Argentinas. Tampoco se los escuchó, una vez recuperada la línea de bandera
nacional, exigir a los países vecinos privilegios para su operación en esos
mercados.
Son esos mismos políticos y medios que ahora se rasgan las
vestiduras en defensa de LAN, de sus privilegios, de que siga recibiendo
innecesariamente aportes estatales, cuando le reclaman al mismo Estado que
recorte el gasto. Justamente el gasto que ahora pretende recortar el Estado, es
que el piden los opositores que se mantenga. Son recursos que pueden tener un
mejor destino en el proceso de crecimiento con inclusión social que viene
sosteniendo el actual modelo político económico.
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