Enrique Szewach | Lunes 05 de agosto de 2013
La distancia entre la fantasía y la realidad, que ha
caracterizado el relato oficial de estos tiempos, más con verdades a medias que
con mentiras "puras", se ha colado en la campaña electoral, de una
manera curiosa.
Los principales representantes opositores, con honrosas
excepciones, "fantasean" con que estamos frente a una elección presidencial y prometen cosas que, en un régimen
presidencialista como el nuestro, sólo podrían cumplir en caso de controlar el Ejecutivo.
Los principales
representantes oficialistas, por su parte, y también con algunas
excepciones, "fantasean" con ser los potenciales sucesores de la
Presidenta, mientras declaman lealtades y sugieren, implícitamente, su vocación
de "Cristina eterna".
En este contexto, el oficialismo ha logrado ya un triunfo
temático, porque lo que se perfilaba como un plesbicito implícito respecto de
la reforma constitucional de facto que está llevando a cabo este gobierno, se
ha convertido en una campaña más "tradicional" en torno a políticas y
resultados, en dónde, otra vez, en el marco de verdades a medias o mentiras
encubiertas, con publicidad oficial explícita o disfrazada, o con obras varias
veces anunciadas, o muy parcialmente ejecutadas, el gobierno se mueve más en su
salsa, que en la incómoda situación de tener que desmentir, o esconder, todos
los días, su intento de "ir por todo".
Pero como, humildemente, advertía desde esta columna la
semana pasada, los representantes de la oposición, si no clarifican rápidamente
que hoy lo que está en juego es el fin de la República tal como la conocemos,
que no es poco, y que salvo frenar ese objetivo oficialista e impedir más
avances en ese sentido poco podrán hacer, en el corto plazo, por los temas de todos los días que le
preocupan a la gente, se corre el riesgo de repetir el desencanto post 2009.
Les doy, de todas maneras, el beneficio de la duda, puesto
que después de las PASO, vendrá la campaña en serio.
A propósito, vale la pena recordar que el escenario económico
actual dominado por la disfrazada crisis externa (disfrazada porque el stock de
reservas inicial permite su reducción paulatina con "solo" una brecha cambiaria
en torno al 50%), y por una también disfrazada crisis fiscal (dado que la
magnitud del déficit que financia el Banco Central permite un impuesto
inflacionario de "solo" un 25% anual), está aquí para quedarse, y es parte
central de la realidad que enfrentaremos en los próximos dos años.
En ese sentido, si bien, insisto, la responsabilidad primaria
y cuasi exclusiva de estos temas es del Ejecutivo, el futuro Congreso tendrá
algo que decir, aunque sea testimonialmente, sobre el Presupuesto 2014, y la
crisis fiscal que genera.
Y allí sí, me parece, se podrían sentar las bases de un
debate en serio en torno a qué, cómo, cuánto y para qué gasta el sector público en la Argentina, y
qué, cómo, cuánto y para qué se financia con impuestos genuinos, cuanto a
través del sistema de precios, cuánto con endeudamiento, cuánto con inflación.
A título de un pequeño ejemplo, el gasto en Fútbol para
Todos más el gasto público en Aerolíneas Argentinas, equivale, aproximadamente,
a lo que se recaudaría con la extensión del Impuesto a las Ganancias a la renta
financiera de las personas. O, lo que es lo mismo, el Impuesto a las Ganancias
de los trabajadores paga hoy los déficits de los vuelos internacionales de
Aerolíneas Argentinas, y financia los desaguisados de los clubes de fútbol de
la Argentina, más la costosa producción de su televisación sin cargo a todo el país.
Dicho sea de paso, en lugar de amenazar, desde la AFIP, a
los clubes por el no cumplimiento de sus obligaciones fiscales y previsionales
¿No sería más razonable, cómo se le hace al resto de los contribuyentes,
determinarles de oficio la deuda, hacerles una "retención en la fuente" en
cuotas y pagarles sólo el neto?.
En síntesis, por ahora, los candidatos de la oposición
hablan de los grandes temas, para evitar los "pequeños", en dónde podrían tener
alguna responsabilidad futura y no destacan suficientemente que el principal
objetivo de esta elección es frenar el inconstitucional cambio constitucional
al que estamos asistiendo.
Mientras que los oficialistas disimulan el "vamos por todo".
Quizás, después de las PASO, alguna fracción del discurso se
"sincere" y prepare la discusión para los temas de fondo que siempre
postergamos.
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